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trarla en la Palabra, permanecer por un espacio de tiempo ante el texto, dejando que resuene y hable en nuestro corazón. Tradicionalmente se ha utili- zado la imagen de masticar y rumiar. Es un bello retrato que nos habla también de otras “necesidades” fundamentales del hombre, y que no son simplemente las materiales, de ahí la pregunta que nos hacíamos hace un momento. Es una categoría que también hoy hemos de tener presente, puesto que posibilita una relación personal, de intimidad con el Señor. Ese introducirse en la Palabra supone hacerla nuestra, no verla ya como algo simplemente anecdótico o refe- rido a otros, sino que entabla una relación directa y personal con nosotros mis- mos. Somos nosotros y también los hombres de nuestro presente, los que reci- ben y escuchan ese mensaje, que han de ser capaces de discernir en toda su riqueza. Grandes figuras de la espiritualidad como santa Clara de Asís, a este res- pecto, han utilizado la metáfora del espejo, haciendo ver cómo Dios nos devuelve su imagen en lo concreto de nuestra realidad y de nuestra experien- cia. Ya Ruperto de Deutz había afirmado que «cuando leemos las Sagradas Escrituras, tenemos en nuestras manos el Verbo de Dios; tenemos en nuestros ojos, como en un espejo, si bien de manera confusa, al mismo Hijo de Dios» 25 . Por tanto, no se trata simplemente de una argumentación teórica, sino de algo que necesariamente se ha de convertir en una experiencia de vida, en la que es necesaria también por nuestra parte una actitud, para que podamos realmente situarnos en una praxis contemplativa 26 . Esta metáfora medieval, nos permite también un juego e interpretación particular… tradicionalmente el espejo que era bruñido a mano… si era demasiado cóncavo o convexo producía una dis- torsión de la imagen, cuestión que ayuda a comprender la necesidad de ver y aceptar la palabra tal y como es. Mantener un encuentro auténtico y profundo con la misma. Ésta nos muestra una imagen auténtica de Dios y no una ima- gen cualquiera, que puede estar distorsionada por nuestros propios usos o intereses particulares, como ocurre con el juego del espejo. En este sentido, la Lectio es un medio adecuado para que nosotros dejemos de ser el centro de atención y pongamos a Dios en el lugar de preferencia, para que sea Él quien hable y nosotros los que escuchemos. Algo que está bastante lejos de nuestra 185 25 “Cum igitur Scripturam sanctam legimus, Verbum Dei tractamus, Filium Dei per speculum et in aenigmate prae oculis habemus”. Ruperto de Deutz, De sancta Trinitate et operibus eius. De operi- bus Spiritus sancti , lib. I, 6 (CC CM 24,1827). 26 No quiero entrar en discusión sobre qué es la contemplación, tema que hoy en día se encuen- tra en un debate constante. De manera sencilla, entendemos la contemplación como una actitud existen- cial, de saborear y disfrutar de las cosas que tenemos y vemos. Por lo tanto, muy en conformidad con el método de la Lectio Divina .

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