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Por lo mismo, se ve la necesidad de introducirse de manera sosegada y progresiva en una tradición de la Iglesia, de tal manera que capacite al hombre para la escucha de un mensaje que también es válido para nuestro presente, sabiendo que para ello el hombre ha de hacer el esfuerzo por centrarse en lo esencial de su vida, prepararse incluso físicamente y, después, pasar a la lec- tura… que supone otro reto singular. Y éste es cómo hacer comprensible a los jóvenes de hoy que aquello que la Escritura nos ofrece y presenta, ha de ser leído desde unas claves que no pueden ser olvidadas, pues se correría el riesgo de que se convirtiera en una lectura más. En este sentido, son especialmente iluminadoras las palabras de Alcuino, que percibe la Palabra como comida de Cristo, poniéndola por tanto en rela- ción y dependencia también de la celebración eucarística, que también supone una manera concreta de estar y de actuar. Su modo de expresarse lógicamente no es nuevo o único, sino que responde a toda una tradición por la que cami- nará un número amplio de autores, de los que Alcuino representa uno más en ese tipo de lecturas o de interpretaciones 23 . ¿Será posible convencer también a los hombres de nuestro presente de que necesitan –o necesitamos– alimentar- nos de algo más que comida? Creo que la solución se encuentra en que noso- tros mismos creamos realmente en aquello que hacemos. No de manera teó- rica, sino abiertamente vital, que sea tal que no necesite de palabras para ser captada por otros. Ahí está precisamente la fuerza y la singularidad específica de la santidad cristiana. Si la Palabra de Dios no ocupa un papel más trascen- dente en la vida de los cristianos, esto es también culpa de aquellos que tienen la tarea y responsabilidad de animar a la comunidad. 3. «A OSCURAS Y SEGURA POR LA SECRETA ESCALA » 24 Una vez que nos hemos introducido en la práctica de la lectura, se impone dar un paso hacia delante, y éste es el de transitar por ese camino lento y sose- gado que supone la meditación, dejando la mirada a gran distancia… para cen- 184 23 El obispo de Milán lo había expresado también de una forma muy hermosa: «Se bebe la san- gre de Cristo por quien hemos sido redimidos, como se beben las palabras de la Escritura; éstas pasan a nuestras venas y, asimiladas, entran en nuestra vida». San Ambrosio, “Commento a dodici salmi”, t. I, en Opere , t. VII, Biblioteca Ambrosiana-Città Nuova, Milano-Roma 1980, 80-81. 24 San Juan de la Cruz, “Noche Oscura, canción 2ª”, en op. cit ., 644.

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