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Precisamente por ello han de estar siempre presentes los dos niveles clási- cos en la investigación exegética, manteniendo la unidad de toda la Escritura o, como lo expresan las proposiciones del Sínodo «de la tradición viva de toda la Iglesia y, finalmente, de la atención a la analogía de la fe» 22 . Acercarse a la Escritura teniendo presente estos principios, evita errores y lecturas sesgadas, al tiempo que permite al propio individuo un crecimiento también maduro de su fe, donde la oratio , meditatio y contemplatio pasan por encima de otras lecturas donde el lector se convierte en un filólogo, a modo de cirujano, casi exclusivamente preocupado por lo formal del texto y la construcción del mismo. En este sentido, y retomando la proposición 22, que antes citábamos del Sínodo, recordemos cómo se pedía expresamente que la lectura orante fuera propuesta también a los jóvenes… Pues, en este sentido, sólo podremos pro- poner adecuadamente a los jóvenes la Palabra de Dios, sino caemos en estos errores de interpretación y de lectura. Ningún joven hoy en día y, casi con seguridad muy pocos adultos, aceptarían la defensa de una interpretación que proponga como base de fundamentación la negación de la ciencia. Por ello es preciso, no actuar de manera infantil o inmadura. No estoy afirmando que, de manera general, hoy se mantengan este tipo de posturas, sino que es preciso estar muy atentos a un adecuado equilibrio entre lo que queremos transmitir y la manera cómo lo hacemos. La propuesta y la interpretación, por tanto, han de tener en cuenta todas las claves necesarias; de tal suerte que también aquel que ha sido formado a partir de unas claves científicas sea capaz de tomar con- ciencia de que la fe no está en oposición a la ciencia, ni tan siquiera reñida con la existencia de Dios. Si fuéramos capaces de diferenciar estas cuestiones, harí- amos un fantástico favor a la fe de las próximas generaciones, al tiempo que dejaríamos abierta la puerta para un diálogo sereno con la sociedad, tal y como lo presentaba la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual en su inicio: «El gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de todos los afligidos, son también gozo y esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de Cristo y no hay nada verdadera- mente humano que no tenga resonancia en su corazón. Pues la comunidad que ellos forman está compuesta por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el Reino del Padre y han recibido el mensaje de la salvación para proponérselo a todos. Por ello, se siente verdaera e íntimamente solidaria del género humano y de su historia» (GS 1). 182 22 Proposición , n. 25.

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