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Cuando estoy planteando el punto de partida desde estos límites, no es porque quiera tratar las cuestiones desde una visión negativa, sino muy al con- trario, la intención es mostrar las dificultades con que cuenta la mayoría de nuestra sociedad para un acercamiento que todos consideramos esencial y que, el mismo Sínodo ponía de manifiesto: «se exhorta a todos los fieles, incluidos los jóvenes, a acercarse a la Escritura por medio de una “lectura orante” y asi- dua (cf. DV 25), de tal suerte que el diálogo con Dios se convierta en realidad cotidiana del pueblo de Dios» 16 . La dificultad de fondo está en nuestra propia formación cristiana y creo que a todos los niveles. ¿Cómo se va a acercar un joven a la Palabra de Dios y, especialmente a la escucha orante de la misma, sino cuenta con alguien que le acompañe? Por otra parte, nadie duda de la falta de herramientas adecuadas a este fin 17 . Pero el problema no es sólo que las últi- mas generaciones cuenten con esta dificultad, sino que tendremos que recono- cer que es el límite presente en nuestro contexto, y que afecta a la mayoría de las comunidades cristianas, donde aunque es cierto que progresivamente se ha logrado un acercamiento a la misma, ésta sigue sin formar parte de la vida y experiencia de fe cotidiana 18 . Nuestra vida está cargada de múltiples palabras que ahogan y no dejan oír la voz de Dios, especialmente a partir de la Escritura. Constatado este límite, que es una cuestión esencial, podemos ya volver a ese necesario encuentro de la Palabra de Dios con nuestra vida; ese momento necesario de recargar fuerzas, de serenar otras cuestiones, de valorar los mis- mos medios ordinarios que están a nuestro alcance: la escucha de la Palabra en las celebraciones litúrgicas 19 , los grupos de formación y reflexión bíblica, los amplísimos recursos de formación con que se cuenta –no sólo a nivel de investigación, sino también de divulgación–. Y, si uno tiene los medios y las cualidades, una formación sistemática del mundo bíblico, con todos los medios necesarios a su alcance, de tal suerte que posibiliten tomar la palabra en nues- tras manos y disfrutar de ella como lo hacemos cuando tomamos en nuestras manos a un recién nacido que nos sonríe alegremente. 180 16 Proposición , n. 22. 17 Mientras la sociedad, de manera general, están aumentando los niveles de formación y cualifi- cación intelectual, especialmente en el campo tecnológico. En el de las ciencias eclesiásticas las limitacio- nes y la formación comienza a ser precaria. La cuestión tiene especial relevancia, puesto que esto difi- culta la comunicación entre emisor y receptor que, progresivamente, se van diferenciando en aquello que tienen en común. 18 El ejemplo más claro creo que se encuentra en las manifestaciones de religiosidad popular que conservamos, son muy pocas las que tiene una fundamentación escriturística, ya que la gran mayoría res- ponden a una expresión de piedad o de sentimiento popular. 19 A este respecto, véanse los detalles concretos en los que insisten los padres sinodales, para que la transmisión del mensaje sea lo más eficaz posible. Cf. Proposición , n. 14: Palabra de Dios y liturgia.

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