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perjuro, desleal, traidor, mal obispo, y pero basallo del Rey, con el infame pro- yecto de concurrir a la entrega de otros dominios españoles a otra potencia extran- gera, sobre este único argumento, para dar por ineptas, falsas y atrevidas unas tan incongruentes acriminaciones. 101. Y por la misma razón, se han hecho reos criminosos de falcedad y de injuria, y también prebaricato y deslealtad, los jueces que admitieron unas dela- ciones y propuestas tan indignas e inverisímiles, debiendo haverlas repetido como originadas del clamor frenético de un populacho, que fue embriagado por barios hombres indignos, para subertir el orden público, contra la práctica que para estos casos enseñan los doctores, con el ilustrísimo Barbosa, y el célebre Tiberio Diaciano 272 . (f. 24v) 102. Obligándome a rezelar esta dolorosa experiencia de la inmensa maldad de los hombres entre quienes vivimos que mañana se atreban a sindicarme de irregular, por causa de haver lebantado armas en Irupana contra los traidores en defensa de los derechos del Rey, de la Religión, de la Patria y de mi propia vida, quiero antisipar mi vindicación, manifestando a V. S. que por falta de exércitos y rentas, acaudillaban los prelados las batallas y [ espacio en blanco ] en los sitios de las plazas. Assí lo hiso el obispo de Jaén, concurriendo al citio de Huelma año de 1434, donde mató muchísimos moros con su propia espada, peleando con ellos personalmente. El arzobispo de Toledo, Don Rodrigo Ximénez de Rada estubo siempre junto al rey Alonzo 8º, en la sélebre batalla de las Navas de Tolosa, con los obispos de Burdeos, Narbona, Nantes, Tarragona, Barcelona, Balencia, Sigüensa, Osma, Plasencia y Ávila, con sus respectibos familiares y capellanes. En la famosa vatalla de Salado, asistió también al lado de Alonzo 11, año de 1340, el arzobispo de Toledo Don Gil de Albornoz, y el 18 de mayo de 1509 entró a Orán el cardenal Sisneros, capitaneando el exército español con el conde Navarro, y ganada la plaza, purificó la mesquita mayor, consagrándola en Iglecia dedicada a Santísima María de la Victoria. 103. En verdad que en las guerras contra ereges, moros y gentiles nadie ha disputado a los obispos el permiso libre para asistir en las batallas, y en los sitios de las plazas enemigas, como lo autorisa la L. 25 tit. 6 Part. 1, con los muchos exemplares que refiere Don Pedro Gonzáles de Salsedo en su teatro del honor 273 . Pero no siendo tampoco dudable que en las expediciones que se arman contra los rebeldes al Rey o al Estado para castigarlos, y apasiguar la tierra deben todos venir luego que supieron a la tal hueste (f. 25r) como sin poderse escusar, ni aún los clérigos , como resuelbe la L. 3 tit. 19 Part. 2, concordante con un capítulo canónico, y en la doctrina de Cayetano y Salsedo 274 queda tan palpable como la luz, que en la expugnación de Irupana no solamente obré, cumpliendo con las obligaciones de verdadero obispo, sino que también contraje un mérito muy rele- 198 Miguel Anxo Pena González 272 DD. in Cap. 1. de Acusationib. Barbosa de Potestat. Episcopi. 3. part. delegat. 112. desde el n. 1. Tiberio Deciano tom. 1 criminal lib. 3. cap. 25. y cap. 17 nº 16. 273 Salsedo glos. 22 nº 21 hasta 40. f. 206. 274 Cayetano 2ª 2. q. 40 art. Salsedo teatrum honoris glos. 22 nº 40. Cap. Perbeniat de inmu- nitate Ecleciae. Lib. 3 tit. 49.

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