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do indios y corrompiendo los pueblos. Yo lo llamé más de una vez para recibirlo con cariño y absolverlo con misericordia. Se resistió con firmesa. Me contestó con altanería, arrojó por tierra mis cartas, y entre sus muchas blasfemias, prorrumpió mi exterminio por más de una vez. Luego, siendo justo presumir que pasó a Yungas inbuido en las mismas máximas de los abitantes de la Paz, es consiguien- te sospechar que fue común en todos el maldito proyecto de llamarme artificiosa- mente para cometer con migo, un pérfido asesinato, como el que havía intentado Lanza, hasta el despacho de batir a Irupana, como a un pueblo enemigo, sólo por que yo estaba guarnesido entro de él, y me defendían sus habitantes. 62. Por estas justísimas causas, me escusé de salir al llamamiento del cavil- do, siguiendo el exemplo del Divino Maestro, que se escondió y ausentó algunas veses, que le buscaron sus enemigos para matarlo. Dexando a sus discípulos el consejo que si los persiguiesen en una ciudad, se guarneciesen de otra, dibirtien- do como expertos Pilatos la tormenta, por recerbar para mejor ocación el sacrifi- cio de la vida. 63. Baxo de esta respetable autoridad, contexté al cavildo en 7 de octubre 242 , significándole la malicia con que se solicitaba mi ingreso a la Paz con varias expreciones de sentimiento y de queja, por su concurrencia con los malbados que aspiraban por mi ruina, aunque al propio tiempo lo disculpé por suponerlos coac- tados, para semejantes procedimientos. (f. 15v) 64. Lo cierto es que en aquellas circunstancias en que se hallaba dislocado enteramente el govierno de la Paz, con la suberción de todas sus autoridades, no pudo ser combeniente de ninguna manera mi regreso a la capital. Por que o hubiera ido expuesto a sufrir otros iguales o mayores ultrajes de antes, en desdo- ro de mi dignidad, para mayor escándalo del pueblo, o quando hubiese conse- guido mucho, hubiera hecho solamente los oficios de un lastimoso espectador, si acaso la atrosidad de las violencias no me obligasen hacer también cómplise de sus horrendos atentados. 65. No tiene duda que mi cavildo eclesiástico, y el secular con fecha de 18 de noviembre 243 (según entiendo de acuerdo el uno con el otro) me repitieron nueba instancia para que me restituyese a la Paz, después de la entrada del señor Don José Manuel de Goyeneche, que susedió el 25 de octubre, asegurándome la tranquilidad del pueblo, sus ancias por mi vista, con ofrecimientos de dinero, si lo necesitase para mi transporte, cuyas cartas resiví estando ya en Cochabamba fugitibo de las ostilidades que hizo Lanza a Irupana, contra mi persona en el mismo día 25 de octubre que ya queda sitado. 66. Mi respuesta en Cochabamba a 21 de octubre 244 fue concebida en térmi- nos bastante exaltados con quejas paternales, por los insultos y sacrilegios execu- tados contra mi dignidad y persona, que todabía no están satisfechos debidamente y allí reproducí mis anteriores excusas no restituirme a la Paz, mientras mi amado rebaño no estubiese reducido en su aprisco, con quietud y (f. 16r) seguridad por 188 Miguel Anxo Pena González 242 Corre a f. 42. 243 Corre a f. 61 y 62. 244 Respuesta del señor obispo a f. [ en blanco ]

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