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52. Al cabo se cansó su fueza, a las sinco de la tarde, al ver trecientos hom- bres muertos de su parte, con cresido número de heridos, habiendo muerto de la nuestra, solo tres con quatro heridos, que luego sanaron. Y con este escarmiento hiso su retirada lleno de vergüenza y de furor, resonando en Irupana los más expresibos vivas y aclamaciones a Dios y al Rey, por una victoria que havía sido obrada puramente del Altísimo 231 . 53. Supimos el día 26 que Lanza había resibido el (f. 13v) socorro de dos compañías bien armadas, con muchas municiones y dos cañones de artillería, con los que iba disponiendo su refuerso para dar segundo ataque. Así mismo, llegó a nuestra noticia, que en aquel día había ahorcado en la plaza pública de Chulumani a Don Miguel Ignacio Zavala, vezino poderoso de la ciudad de la Paz, y a quatro europeos más, sin más dilito que el serlo, y que bramando protestaba que había de acabar con Irupana, sino entregaban mi persona a su dispocición. En medio de la consternación que exitaron estos nuebos peligros, se dibulgó la voz de que el señor general Don José Manuel de Goyeneche, acababa de retroseder para el Cuzco, desistiendo dentrar a la Paz, y que de aquella ciudad habían salido nume- rosas tropas de alsados, con artillería y municiones, para entrar a Yungas, y deso- lar a sangre y fuego al pueblo de Irupana, por ser el único que hacía resistencia a los designios de la capital de su Provincia. [54.] Creció el terror y, desamparando todo remedio, se determinó en junta general de vesindario, por sufrajios uniformes, desamparar el pueblo. Saliéndonos todos por aquellas ásperas montañas, a buscar el refugio de Cochabamba, entre- gados a los brasos de la Providencia 232 . Lo mismo que a su pueblo escojido guió Dios por el decierto, así me ha condusido a otro rebaño más dichoso, con quien no están mesclados los lobos feroses, hasta haberme colocado en la villa de Potosí, donde sólo reyna la quietud y la felicidad, bajo de la poderosa protección de su benéfico gobierno. [55.] Al oír esta historia lastimosa de mis penosas tribulaciones, tal vez no encontrará V. S. otra que sea consonante (f. 14r) en la persecución de otros justí- simos prelados. Desde luego hallará V. S. que a San Atanacio, se le imputó de infiel con el emperador, después de haver sido notado de abariento 233 . San Bacilio el grande y San Gregorio Naceanseno fueron sindicados de herejes y tímidos, en la defensa de la fe 234 . A San Gerónimo también le lebantaron falsos testimonios sobre cosas indecentes y feas 235 . San Juan Crisóstomo padeció crueles calamida- des, y fue ostilisado por calumnias 236 , que acaso fueron más enormes, que las que a mi me han irrogado. 186 Miguel Anxo Pena González 231 Todo consta de la información de f. 64. Sobre la 2ª pregunta y la pregunta 7ª nº. 232 Todo consta de la información de f. 64 y siguiente, sobre la 6ª y 7ª pregunta. Certificación de f. 75. 233 Simon Metafrastes en la vida de San Atanacio cap. 6. Ni ee foro Calixto lib. 8 de la Hist. Ecles. cap. 49. Sosomeno lib. 6 de su Hist. Cap. 5. Baronio tom 4. Año 363. 234 El mismo San Gregorio lo confiesa en la Epístola 26. 235 San Gerónimo, en la Epist. 77 a Marc. presvítero. 236 Sócrates lib. 6 de la Hist. Eclesiast. Cap. 4. Baronio Annales tomo 5. año 398.

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