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obedecían a Pedro Luna anti-papa Benedicto, sin poner duda de llamar excomul- gados, a los que eran causa de tenerlo enserrado y citiado en su palacio. Todo el pueblo se conmobió con esta predicación, y se logró que el Rey de Francia man- dase a sus ministros que no innovasen cosa alguna contra Benedicto. 40. Muy lexos de humillarse, me trataban públicamente de traydor, despre- ciando con mayores desacatos la descomunión que mandé fijar hasta el punto de escribirse unos a otros, esquelas sismáticas donde se incitaban a este sacrilego menosprecio diciendo, que se habían expedido por un reo criminoso como yo 217 . Y Manuel Victorio Lanza se abansó a recombenirme por una carta en forma de oficio 218 , donde en sustancia me acusa de traydor por que me refugié en el pue- blo de Irupana, contra quien imputa proyectos de perfidia, acusa de haver soste- nido con independencia de la Paz, con ánimo de ostilisar al dicho Lanza, y sus compañeros a diricción mía, desentendiéndose enteramente (f. 11r) de la excomu- nión en que había incurrido. 41. Este infeliz, que al cabo fue degollado por los indios, y colgada su cabe- za en la horca de Chulumani, por orden del señor general pasificador Don José Manuel de Goyeneche, se fue presipitando de día en día, con pasarme repetidos oficios, a qual más probocatibos 219 , en tono de emplsamiento para que saliera a personarme yo con él, a fin de capitular sobre los medios de apasiguar aquellos ánimos, recistiendo de nuebo con el mayor desacato y contumacia 220 , al requeri- miento que repite en 6 de octubre 221 , con fuertísimas reagrabaciones, para que compareciese a pedir la absolucción de la Iglecia, sobre el seguro de que sería bien resivido, y tratado con mansedumbre y mesericordia. Pero a nada quiso com- benir, por que todo su objeto se dirigía a sacarme de las trincheras de Irupana, para sacrificar mi vida en un patibulo, y apoderarse de todo el Partido, luego que faltase la voz del pastor, que era la única trompeta que entonces sostenía la liga santa de los pocos vesinos fieles, contra los engaños de los conjurados. 42. Viéndome en este peligro compromiso, con mi vida colgada de un pelo, si el pueblo de Irupana, por algún funesto accidente, hubiera cambiado su cora- zón en deslealtad o cobardía, en la crítica coyuntura de haber jurado Lanza nues- tro exterminio, combocando gentes de nuebo, para atacarnos a sangre y fuego, adopté por último remedio, tres recursos a un propio tiempo. El primero fue requirir a Don Mariano de Urdinenea, alguacil mayor de la capital en el Partido de Yungas, para que presentara el correspondiente auxilio a mi (f. 11v) Edicto de Excomunión, en lo que hubiera lugar de derecho 222 . Y separadamente otro Edicto con fecha 28 de septiembre 223 , para que el Vicario eclesiástico, los curas y todos los demás clérigos de mi jurisdicción reconociecen al referido Urdininea, por legí- timo juez delegado del govierno de la Provincia, cumpliendo y hasiendo cumplir, Conflictos en las independencias hispanoamericanas… 183 217 Esquela de f. 22 y 23. 218 Carta de Lanza, fechada 5 de octubre a f. 35. 219 Cartas de f. 26. 27. 37 y 47. 220 Declaración y diligencias de f. 45 a 46. 221 Carta conminatoria que corre a f. 24. 222 Documento que corre a f. 48. 223 Corre original a f. 49.

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