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ñola en América son considerados como de colonización, destrucción y barbarie, de la idiosincrasia propia del pueblo americano y, esto, realizado con métodos manifiestamente hostiles e inhumanos. Por otra parte, no olvi- demos que el jesuita peruano también hacía referencia a Túpac Amaru. No se puede tampoco negar que, el ambiente de reforma estaba pre- sente en el ámbito cultural, prueba de ello es el acto académico solemne que tiene lugar en 1807, con la llegada del nuevo arzobispo Moxó y Francolí 19 , hombre españolista pero de ideas amplias que no ve ningún riesgo en las ideas defendidas por el rector Miguel Salinas y Quiñones, que insistía en la necesidad de abandonar la escolástica e introducir nue- vos métodos de enseñanza. 3. E L LEVANTAMIENTO DEL 25 DE MAYO DE 1809 Los sucesos del 25 de mayo, como es de suponer, fueron el resulta- do de una serie de acontecimientos que se dieron a un mismo tiempo en Chuquisaca, sede de la Audiencia de Charcas, con la intención de provo- car un cambio que, como luego se verá, tendrá enormes consecuencias en la vida de aquellas tierras, sin descuidar la importancia que tenían tanto los sucesos que se estaban desarrollando en la península, como los que tenían lugar a lo largo de los diversos territorios de las tierras americanas. Fue la misma Audiencia, sin tener conciencia de ello, la que promo- vió una serie de cambios que, conjuntamente con la reflexión que venían Conflictos en las independencias hispanoamericanas… 119 19 Benito Mª Moxó y Francolí, a los cuarenta años era Obispo auxiliar de Michoacán, momento en el que redacta sus Cartas Mexicanas , donde señala vicios sociales, políticos y econó- micos, al tiempo que propone reformas. Carlos IV, el 26 de septiembre de 1804, lo designa Arzobispo de Charcas, en cuya sede entra el 1 de enero de 1807. Años más tarde el 18 de sep- tiembre de 1815, cuando va camino del destierro, escribirá su Carta a los americanos , donde expo- ne la situación existencial que vive la América española. Sus palabras resultan elocuentes: «Apenas puse el pie en América, mi segunda dulce patria, la experiencia me hizo luego conocer, que esta hermosa porción del globo sufría grandes y acerbos males. Entonces en su defensa escribí las Cartas Mexicanas . El amor y celo por los intereses de la América me sobrepusieron a todas las consideraciones de la carne y de la sangre en una época en que a causa de las intrigas y colosal poder del privado Godoy temblaba de continuo toda la monarquía con las desoladoras ondulacio- nes de la arbitrariedad. Sí; en tan alevosa época, sin arredrarme ni detenerme un punto levanté yo el velo que por muchos años había abrigado debajo de impenetrables tinieblas, la larga y pesada cadena de tantos desórdenes, de tan impolíticos desaciertos, y de no pocos insultos y crímenes… En aquella tenebrosa época me resolví a hablar de los sagrados y verdaderos derechos del hom- bre, pintado con vivos colores el no merecido abatimiento en que yacía en estos países, y forman- do el melancólico cuadro de las excesivas trabas de su comercio, de sus talleres rotos, de su agricultura desmayada. Me atreví a exclamar que ya era tiempo de que el Gobierno español quita- se todos estos diques, y que una vez que las luces de nuestro siglo nos hacían reconocer en con- ciencia que la América no era una colonia, sino una parte integrante de la Monarquía, y que los americanos eran iguales en todo a los demás españoles, por lo mismo la probidad y buena fe de nuestro carácter nos debían obligar a la publicación de esta verdad». Tomado de: R. Varga Ugarte, D. Benito Mª. Moxó y Francolí, Buenos Aires 1931, XXI .

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