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mente era, como un presidio, por su situación en el río abajo, entre serros inacce- sibles, con un río bastante caudaloso, que embarasa el tránsito de la quebrada, y con este conocimiento me intimaron el destierro y salida de la ciudad el domingo 23 de julio, con la aparente cortesía de que me acompañarían los diputados del ayuntamiento, por el decoro de mi dignidad, y mejor resguardo de mi persona. 29. El 24, a las sinco de la mañana estube caminando sin equipaje, sin comi- da y sin más acompañamiento que un par de familiares, y dos negritos juntamen- te con los que me siguieron de parte del cavildo, con el nombre de diputados, siendo en realidad una disimulada escolta militar, que me condujo al sitio de mi estrañamiento, a pesar de que el Cavildo en oficio de 4 de agosto 202 , hace una pintura muy dibersa de este ignominioso destierro, figurando que mi salida fue decretada para desaogo de la prición, y para que gozase de mejor temperamento. 30. Lo cierto es, que hallándome en Millocato, sacaron mi correspondencia del Correo, que me la remitieron con un vocal de la Junta, titulada representativa, en consorcio con el Dr. D. Juan José Díez de Medina, y la primera vez con Don Juan Bautista Sagárnaga y Don Gregorio Lansa, para que abriendo las cartas a presencia de todos ellos, se impuciesen de su ternor para dar (f. 8v) cuenta al Cavildo, y a la dicha Junta representativa 203 , cuyo desafuero aunque al principio lo disimulé, ya me vi presisado en el segundo Correo, a rresponder que escusen la remisión de mis cartas. Pues si tenían facultad, para instruirse de su tenor, las abriesen por sí mismos para los usos que jusgasen combenientes, sin balerse del criminoso atentado de obligarme por la fuerza a rebelarles mi correspondencia contra toda mi voluntad. 31. Oprimido de estas amargas tribulaciones, por el dilatado término de dos meses, al cabo se apiadó de mi la Divina Misericordia, consolándome con una Carta, la más expresiva, amorosa y tierna que resiví el día 20 de septiembre del fidelísimo y christiano pueblo de Irupana, del Partido de los Yungas, donde me llamaron con las mayores instancias, prometiéndome todos los auxilios que nece- sitase para el viaje, sobre el seguro de que allí sería defendido y respetado, con- tra todos los rebolucionarios. En efecto, verifiqué mi marcha el 25 sin esperar la escolta, que también se me franqueó lleno de consuelo, de que una parte de mi cedusido rebaño, todabía reconosía a un pastor, contra los miserables subersores de la Patria, de la Religión y de los derechos del Rey. 32. Debiendo asegurar a V. S. en prueba de la eroyca sinseridad de aquel vesindario, que a mi llegada el 23 por la tarde, fueron tales las demostraciones de regosijo y veneración a mi dignidad y persona, que desde aquel momento ya me conduciré fuera de las garras de los lobos deboradores, que ahuyentaron de Millocato, en medio de que Yungas, ya estaba ceducido en mucha parte por (f. 9r) los malignos influxos de Don Manuel Ortiz, abogado incipiente, osado y poco religioso, a quien eligieron de subdelegado intruso por depocición del propietario Don Christobal García, por ser el más a propósito para sembrar máximas sedicio- 180 Miguel Anxo Pena González 202 Este oficio corre a f. 8. 203 Según los oficios y antestaciones de f. 8 a f. 12.
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