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que sus ideas suscitasen cierta controversia en algunos miembros de la socie- dad charqueña pero, al mismo tiempo, el respaldo y arropo de otros. Precisamente, desde su formación jurídica y sus ideas sostenidas a partir del pensamiento clásico hispánico e ilustrado, no podía soportar la arbitrariedad con que venían aplicadas las leyes justificado sólo a partir de los intereses del soberano. A ello responderá de manera vehemente: «He aquí al déspota insolente que hace alarde de su arbitrariedad. No dice: porque es justo, porque así es necesario, ni siquiera porque así lo creo y me parece conveniente. Lo que dice es: mando lo contrario a las leyes porque así se me antoja, porque tal es mi voluntad. Pero la hora de la refor- ma está por sonar; y la revolución se acerca» 14 . Esta línea de pensamiento coincidía a grandes rasgos con la defendi- da por Bernardo Monteagudo que, en 1809, escribía su Diálogo entre Atahualpa y Fernando VII 15 , donde se expresaba en una política manifies- tamente revolucionaria 16 . Curiosamente, tan sólo un año antes, había defen- dido una tesis contraria de corte regalista 17 . En su diálogo se muestra el uso de todas las fuentes de pensamiento posibles, con las que sustentar sus ideas. De esta manera, allí nos encontramos que, la capacidad de alza- miento viene sustentada a partir del pensamiento hispánico tradicional, donde una escolástica tomista y la argumentación de Suárez, conviven con el modo de argumentar francés de la Revolución Francesa. La base de argumentación es similar a la utilizada unas décadas antes por Viscardo y Guzmán 18 , considerando que los trescientos años de la dominación espa- 118 Miguel Anxo Pena González 14 G. R. Moreno, Últimos días …, 44. 15 B. Monteagudo, Diálogo entre Atahuallpa y Fernando Séptimo en los Campos Elíseos. Col. Ruck. Ms. A NL de Bolivia, in: V. Abecia Baldivieso (ed.), Documentos sobre la Independencia de Bolivia, La Paz 1983. 16 Bernardo Monteagudo había nacido en Tucumán, en 1786. Era un hombre de elegante porte y dado a los lujos, de rasgos negroides, lo que confirman aun más su procedencia criolla. Cuando escribe su Diálogo vivía con Mariano Moreno, hospedado en la casa de un canónigo profe- sor en Charcas, al tiempo que formaba parte del grupo de aspirantes a la abogacía de Chuquisaca. Su espíritu se irá mostrando progresivamente más vengativo, algo que se pone especialmente de manifiesto, tras los acontecimientos del 16 de julio en La Paz, momento a partir del cual ultrajará los intereses comunes de la sociedad. Siendo auditor del ejército de los Andes, promulgará un juicio, con el que justificar la sentencia de muerte contra los hermanos Juan José y Luis Carrera, valerosos caudillos de la independencia de Chile. Años más tarde, en 1820, cuando llega a Lima, como secreta- rio de San Martín, en la expedición que provenía de las costas de Chile, mostrará una vez más su vehemencia, al expulsar a varios miles de españoles, incluso de criollos simpatizantes de la indepen- dencia, que serán expropiados o ejecutados en Lima. Cf. J. Eyzaguirre, Ideario y ruta de la emancipa- ción chilena, 2 ed., Santiago de Chile 1973; G. Vázquez Villanueva, Revolución y discurso. Un portavoz para la integración hispanoamericana: Bernardo Monteagudo, 1809-1825, Buenos Aires 2006. 17 G. R. Moreno, Últimos días…, 83. 18 Cf. J. P. Viscardo y Guzmán, Carta dirigida a los españoles americanos [1799], México 2004. Acerca de la argumentación, cf. M. A. Pena González, Influjo de la «Escuela de Salamanca» en las Independencias Americanas, en Ometeca 13, 2009, 27-68.

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