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fin de impedir que las maquinaciones de los insurgentes de la ciudad de la Paz lleguen a contaminar los nobles y fieles pueblos de su comprehención. Y para que tome quantas providencias sean conducentes a mantenerlos en quietud, sin permitir la entrada al intruso subdeledgado Don Manuel Ortiz, y a Don Victorio Lanza, nombrado por los alzados para comandante de las armas de todo este par- tido, con fines los más iniquos y detestables. Por tanto, mandamos al vicario forá- neo, curas, eclesiásticos y demás fieles de Jesu Cristo, hayan, tengan y reconoscan al dicho señor regidor alguacil mayor Don Mariano de Urdininea por legítimo y verdadero comisionado del muy ilustre Cabildo de la Paz, y respeten, obedezcan y guarden todos sus mandatos, como si fuesen dados por su señoría muy ilustre. Con prevención de que si alguno contraviniere, uniremos nuestra jurisdicción espi- ritual a la real, que en dicho señor recide, y les impondremos todas las penas que por nuestra parte podremos imponerles, encargando, como encargamos a todos los curas, instruyan a todos sus feligreses en la obligación estrechísima que les imponen nuestra sagrada Religión de obedecer en todo y por todo, los pre- ceptos de la autoridad real. Dado en el pueblo de Irupana, a los veinte y ocho días del mes de septiembre de mil ochocientos nueve años — Remigio, Obispo de La Paz — Por mandado de su señoría ilustrísima el obispo mi señor — Doctor Francisco Antonio de Isaura, secretario Doc. 4 El Provisor y Gobernador del Obispado de La Paz a su Obispo AGI, Audiencia de Cuzco , Leg. 66, f. 20r-21v. Copia de oficio La Paz, 7 de octubre de 1809 Ilustrísimo Señor — Señor de mi más profundo respeto y veneración. Recibí la apreciable de V. Señoría Ilustrísima y no pude leerla sin enternecerme, por no ser digno de las satisfacciones, e imponderable cariño con que V. Señoría Ilustrísima trata a este su humilde súbdito. Las muchas ocurrencias del juzgado no las he podido sobstener sino por milagro, sacrificando mi dulce sosiego y tran- quilidad, y serviré hasta la pacificación de esa ciudad, suplicando desde ahora para entonces a V. Señoría Ilustrísima se digne relevarme de los cargos y cargas. — Los exemplares de excomuniones me los entregaron antes de ayer con la carta en ocasión de que los militares se hallaban en un horrendo alboroto, recogiendo mulas y disponiendo peltrechos de guerra para qua saliese todo el batallón al alto. — Decían que el veinte y quatro Sagárnaga, que se había anticipado con doscientos hombres a Tiaguanaco, tenía congregados entre mestizos e indios hasta el número de tres mil, y que iban a unirse todos. Tal vez con el ánimo de hacer resistencia al exército del Cuzco, aunque no lo descubrían. Pero sí supe, por un militar de mi satisfacción, que inflamaban a los soldados con varias especies frí- bolas y avultadas de lo que sucedía en el Partido de Chulumani, y especialmente con la voz vaga de que V. Señoría Ilustrísima los había declarado por (f. 20v) alzados, hereges y escomulgados. En este estado custodié con mucho cuidado los exemplares, y suspendí su publicación, temiendo se despachasen, hasta ver en qué paraban las cosas. — Esa misma noche acerca de las nueve, llegó el propio 168 Miguel Anxo Pena González

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