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«… nadie dude que el delincuente ha de ser castigado, y sirba de freno para contener el ímpetu del orgullo. Y habiendo incurrido todos los alzados en la excomunión maior, que fulminan los sagrados Concilios de Toledo, damos nuestras facultades a nuestro Governador y Vicario General, y al sacerdote a quien este deputare, para que los absuelba con la solemnidad que prebiene el Pontifical y el Ritual romano, antes del suplicio, siempre que sacramental- mente se confiesen y den con su arrepentimiento satisfacción al público» 93 . No cabe duda que los meses sometidos a esos rigores, especialmente de aquellos que se encontraban bajo jurisdicción real, minó las últimas fuerzas que les quedaban, generando división entre lo que ellos mismos llegarán a declarar y, en la dureza del proceso, en el que se rechazan los argumentos de fidelidad a la persona de Fernando VII, los encausados ter- minarán por acusarse entre ellos mismos. Los indultos prometidos, tanto por las autoridades civiles, como por el mismo prelado, son rápidamente olvidados dando paso a una actitud de manifiesta venganza, que tendrá como consecuencia los sucesivos alzamientos que vivirán aquellas tierras. Así, el día 29 de enero, en ejecución de la primera sentencia fueron ajusticiados en las horcas levantadas en la plaza mayor de La Paz, Pedro Domingo Murillo, Basilio Catacora, Buenaventura Bueno, Melchor Jiménez, Mariano Graneros, Juan Antonio Figueroa, Apolinar Jaén, Gregorio García Lanza y Juan Bautista Sagárnaga. Según el fallo del jurado, a Pedro Domingo Murillo y Apolinar Jaén les fueron cortadas las cabezas, orde- nando expresamente que fueran expuestas en lugar público, en lo alto de La Paz y Coroico, respectivamente. Así se cumplió. Lo sorprendente del hecho es que los insurgentes luego fueron sepul- tados en diversas iglesias de La Paz, es decir, en sagrado. Los de Murillo y Sagárnaga, en la de San Juan de Dios, el primero de ellos, como es de suponer, sin cabeza. En 1939, al realizar trabajos de restauración en dicho templo, fueron encontrados los cuerpos de Murillo y Sagárnada en un altar lateral. Después de los oportunos estudios, fueron trasladados en dos urnas a la catedral 94 . Casi treinta años más tarde, en 1965, es también recupera- da la cabeza de Murillo en la iglesia de San Francisco, por lo que después de unas oportunas intervenciones, se habilita debajo del altar mayor una cripta donde se depositarán los restos de diversos insurgentes, trasladando en 1969 también las urnas de la catedral 95 . 146 Miguel Anxo Pena González 93 AGN. Buenos Aires, Gobierno colonial. Revolución de La Paz , t.III, VI, X, 11, 6, f. 3r. Tomado de: Documentos para la Historia de la Revolución en 1809, t. II, 357. 94 Cf. La glorificación de los restos de Murillo y Sagárnaga. Homenaje de la Alcaldía Municipal de La Paz, La Paz 1940. 95 «Años más tarde, en 1965, según datos proporcionados por miembros de la comunidad franciscana, se verificó el hecho, a través de la lectura de los archivos de la Orden, de haber sido

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