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prelado, en todo momento, tiene conocimiento del juicio que se desarro- lla contra él en La Paz. Así, en cartas dirigidas al Virrey del Río de La Plata en diciembre de 1809, da cuenta de las humillaciones a las que se había visto sometido, al tiempo que describe su particular visión de los hechos 63 . Su situación comienza a cambiar significativamente cuando, desde su refugio en Millocato, al Sur de La Paz, recibe a un emisario que le trae la súplica del subdelegado y vecindario de Irupana para que se pudiera tras- ladar a aquel pueblo, contando para ello con la oportuna seguridad. A este fin, el emisario se había trasladado con una escolta que aseguraba su vida. La intención era que, desde allí, pudiera asumir la defensa de los derechos del Soberano contra los alzados el 16 de julio. Tan sólo dos días mas tarde, se encuentra ya en Irupana organizando al pueblo para hacer frente a los insurrectos. Es interesante resaltar que, en los acontecimientos que tendrán lugar, al lado del obispo se organizan criollos, españoles, mes- tizos, e incluso negros e indios, evidenciando que la división teórica, entre criollos y peninsulares, en este momento no había tomado la forma que se hará evidente más tarde. Las circunstancias no resultaban del todo fáciles, máxime teniendo en cuenta que el resto de aquella demarcación de Yungas estaba en manos de los revolucionarios, por lo que Irupana se convertía en un feudo rea- lista aislado, que debía encontrar la manera más adecuada de defenderse. El mando militar de aquel enclave se encontraba en manos de un obispo, eminentemente batallador y abiertamente apoyado por un grupo de párro- cos, también partidarios de la soberanía real. Valiéndose de su preeminencia, el prelado recurre solicitando intenden- cia para poder defenderse a las plazas de Cochabamba y Potosí. La respues- ta de la primera fue escasa y nula la de Potosí, por lo que estos tuvieron que recurrir a sus propios medios y recursos para mantener la resistencia frente a los que ellos consideraban sublevados. Si estos eran sus movimien- tos en el campo castrense, en el religioso, el obispo promulga la excomu- nión de los insurgentes. El momento resulta especialmente complejo y no es fácil precisar la progresión de los hechos. La primera excomunión tiene lugar los días 26, 27 y 28 de septiembre, primero con un edicto en el que se justifican las motivaciones para proceder a la excomunión mayor 64 y, al día siguiente, promulgando otro edicto en el que se refieren los nombres de todos aquellos sobre los cuales recaen las penas canónicas 65 . Conflictos en las independencias hispanoamericanas… 137 63 Cf. Oficio del Obispo de La Paz al Virrey del Río de la Plata. Cochabamba, 2 de diciem- bre de 1809, in: Expediente del Obispo de la Paz , f. 53v-57r. 64 Cf. Apéndice , doc. 1. 65 Ibid., doc. 2.
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