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Potopoto, de donde, caballero en la bien gualdrapada mula, se entraba por la calle de las Teresas para rematar en la de las Concebidas)» 50 . Como era lógico en aquel momento, La Santa tiene conciencia de que sus responsabilidades y compromisos no son únicamente los que se dedu- cen del ministerio pastoral, sino también aquellos que venían encomenda- dos y eran deducibles, en palabras suyas, por el «superior gobierno», en su vinculación y dependencia estrecha de la salvaguarda de los intereses del Rey 51 . En este sentido, no se puede olvidar que el nombramiento de los obispos, durante el Antiguo Régimen, en todos los reinos y provincias pertenecientes a la Corona de Castilla, dependían directamente del Rey, por lo que era lógico que sirvieran directamente al señor que los había promovido 52 y, además, tuviera plena conciencia de su obligación. Esto no quiere decir que La Santa fuera un dechado de virtudes, sino que como afirma Estanislao Just, el prelado paceño era un hombre vehe- mente, en la clásica comprensión hispánica, lo que demostraba especial- mente en su rudeza de carácter y en una manifiesta inclinación al regalismo borbónico, que propiciará una actitud hostil hacia su propia per- sona, en razón de su peculiar radicalismo y beligerancia 53 . Por otra parte, el prelado era un hombre de índole dogmática, apegado a las fórmulas de una Iglesia dependiente de la Monarquía hispánica por lo que no le resul- taría fácil desprenderse de todo un modo de hacer y comportarse, espe- cialmente ante unos acontecimientos ambiguos, poco claros y donde éste tenía conciencia de ver cómo se agredía no sólo al soberano legítimo, sino incluso a él mismo en su propia dignidad. Por lo mismo, se confirmaba como un individuo que difícilmente podía entender las reivindicaciones de aquellos que se sentían oprimidos en el entorno de la América, de manera particular, ante la actitud altanera de quienes habían venido de la Península para ocupar los puestos de representación social, subyugando todos los derechos de naturales y crio- Conflictos en las independencias hispanoamericanas… 133 50 M. M. Pinto, La revolución de la Intendencia de La Paz, in: C. Ponce Sanginés - R. A. García (recops.), Documentos para la historia de la revolución de 1809. I. La revolución de la Intendencia de La Paz en el Virreinato del Río de la Plata, La Paz 1953, 39. 51 Cf. BN, Mss. 13.150 , f. 5r. Original . En el presente caso, que está fechado el 27 de octu- bre de 1808 en la ciudad de La Paz, escribe a Tadeo Dávila, gobernador intendente de la ciudad, para que mande retirar al visitador de la Real Hacienda, D. José González de la Prada, por su poca transparencia en la gestión económica. El detalle es significativo, puesto que además de la cuestión de velar por los intereses del soberano, el visitador es criollo. El prelado muestra estar implicado en toda la gestión de la ciudad, que él mismo expresa en esta carta, cuando habla de «los motivos que mi vigilancia y mi lealtad ha descubierto». 52 Acerca de este tema, cf. B. Comella Gutiérrez, Los nombramientos episcopales para la Corona de Castilla bajo Felipe III, según el Archivo Histórico Nacional: Una aproximación, in: Hispania Sacra 60, 2008, 703-733. 53 Cf. E. Just, Aproximación a la Historia de la Iglesia en Bolivia, La Paz 1987, 51.
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