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Al mismo tiempo, si analizamos la figura del obispo desde la dedica- ción al ministerio apostólico que le fuera confiado, es preciso reconocer que había dedicado especial atención en visitar las misiones de Apolobamba, Mapiri y Mosetenes, en las que había creado siete curatos, organizando incluso su administración. Los aires ilustrados, en este senti- do, los muestra incluso en el hecho de que, con el beneficio de los mis- mos, abrirá caminos y creará puentes, con el fin de que los naturales pudieran sacar sus productos desde sus territorios al exterior para su venta. En 1808, también en razón de su ministerio, se dedica a la creación de un hospicio para pobres y un hospital para mujeres, valiéndose para ello del legado que le habían confiado varias personas. Se trataba, por tanto, de un hombre activo, que tenía conciencia de sus responsabilidades, así como de las implicaciones propias de las mismas. Esa misma sensibilidad social la expresa en 1807, cuando publica una pastoral con la que preten- de ayudar a la ciudad de Buenos Aires 49 . También este detalle resulta inte- resante, puesto que dicha colaboración caritativa, él la entiende como un acto de lealtad. Ese patriotismo no podía ser identificado sólo con lo polí- tico, sino que hacía referencia a una comprensión totalizante, algo fre- cuente en el Antiguo Régimen, donde el bien común era entendido en su referencia al poder civil y eclesiástico conjuntamente. Algo que queda muy lejos de las representaciones que se elaborarán en los primeros años de la naciente República de Bolivia, y que se convertirá después en lugar común. Manuel Pinto, en concreto, lo describe como un hombre cargado de todos los vicios posibles y sin ninguna virtud, por lo que se explicaría que fuera odiado por todos los paceños: «Imagínese, pues, cómo miraría la severidad ciudadana de esta Repúbli- ca Municipal al muy alegre y voluntarioso Prelado D. Remigio de la Santa y Ortega, que (en 1809) hacia más de diez años ejercitaba su soberbia, gloto- nería, concupiscencia, desafuero y simonía, con otros vicios menores de usura y sus afines, chismosería y otra suerte de malignidades, sin practicar la confesión ni suscitar obras piadosas, antes mandando costear doncellas con sus rentas, vendiendo oficios y almonedando concursos, como si fuera encomendero y no pastor del Obispado, garañón y no casto ministro del culto, judío trapisondista y no piadoso limosnero; y si a esto se añade que violaba el Monasterio de las Concepcionistas para regalarse con profana música y otros entretenimientos jocogerundianos, invitando a estos sus pos- tres (efectuaba las visitas después de las opíparas cenas en la Chacarilla de 132 Miguel Anxo Pena González 49 Cf. R. de la Santa y Ortega, Pastoral amonestación que el Ilmo. Sr. D. Remigio de la Santa y Ortega, Obispo de la Paz, dirige a uno y otro clero, y demás diocesanos, para que en exercicio de su caridad y patriotismo auxilien con socorros pecuniarios la ciudad de Buenos Ayres…, Buenos Ayres 1807.

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