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conoce sólo por el apodo 31 , y que lógicamente irían aumentando según pasaba el tiempo. Las acusaciones se dirigían, fundamentalmente, contra el obispo de La Paz, Remigio de La Santa y Ortega, del que se afirmaba que había man- tenido correspondencia con la princesa Carlota, y que para ello actuaba de acuerdo con el Presidente de la Audiencia y con el Arzobispo de Charcas. Los revolucionarios escogen aquel día, aprovechando que la aten- ción estaría centrada en la procesión de la Virgen del Carmen, patrona del ejército, que se celebraba a las 6 de la tarde, por lo que luego serían licen- ciadas las tropas. Así sucedió y, al terminar el acto religioso, el obispo y el intendente Tadeo Dávila se retiraron a la casa de éste último, para departir un rato. Los revolucionarios encabezados por Pedro Domingo Murillo y apo- yados por el batallón de milicias al mando de Juan Pedro de Indaburu, se hacen con el cuartel de Veteranos, arrestando a los oficiales y convocando al pueblo a la plaza por medio de campanas. Los consignas que se escu- chan correspondían, lógicamente, con el motivo del alzamiento: ¡Viva D. Fernando VII! 32 . Es en la casa del intendente, para mantener una tertulia y es allí donde son avisados de los tumultos que están teniendo lugar en la plaza, por lo que se dirigen allí y, poco a poco, toman conciencia de la situación que, el obispo describirá más tarde como «que había pegado la mina del alzamiento» 33 , de lo que él mismo dice no sorprenderse, aunque es cierto que está escribiendo a distancia de los mismos hechos. Después, el obispo y gobernador son trasladados a la residencia del prelado, siendo custodiados por «cincuenta hombres armados y con uniforme», mientras que los alcaldes se retiran para celebrar cabildo. En el mismo —que será abierto–, piden que el obispo de La Paz Remigio de la Santa y Ortega y el gobernador intendente interino Tadeo Dávila, fuesen retirados de sus cargos. El cabildo abierto admitirá e incorporará al mismo, como represen- tantes del pueblo, a Gregorio García Lanza, Juan Bautista Sagárnaga y Juan Basilio Catacora, al tiempo que deciden destituir al intendente y a los ofi- ciales reales, que son obligados a entregar las llaves del tesoro y, de igual manera, se procede respecto al capitán de la sala de armas, que es tam- bién forzado a entregar las llaves. Por su parte, los subdelegados de pro- vincias son reemplazados por otros nombrados por el Cabildo y, por Conflictos en las independencias hispanoamericanas… 127 31 Cf. Apéndice , doc. 2. 32 Así lo relata el mismo obispo en varios testimonios. Cf. Carta del Obispo de La Paz al Virrey de Buenos Aires. Cochabamba, 2 de diciembre de 1809, in: Documentos para la Historia de la Revolución en 1809, t. III, 573. Tomada del expediente inédito que posee D. Bautista Saavedra, acerca de la traslación de la silla episcopal de esta diócesis a Puno. 33 Ibid.
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