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sar y ser libre se ven fuertemente mermadas, máxime si se hace una compara- tiva en relación a etapas anteriores. Al mismo tiempo, ese hombre convertido en una masa, es importante en la medida en que es capaz de generar beneficio, de producir. Son las nuevas medidas de una sociedad en la que de manera vertiginosa se produce la entrada en escena del capitalismo. Éste, lógicamente, llevará consigo la lucha de clases, generando en la sociedad una división muy diferente a la clásica del Antiguo Régimen, donde los diversos estratos, aun dentro de su significativa separación, eran más permeables y, lo que es más importante aún, capaces de dialogar entre sí, al tiempo que consideraban los valores esenciales como medios de conducta y comportamiento social, mostrando que servían para mantener el funcionamiento social. Una prueba de ello era el Bien Común, categoría que en su comprensión clásica y cristiana, miraba hacia el bien de toda la sociedad y no al interés particular de un individuo o de un grupo de individuos, que será lo que ahora se imponga de manera general. En este momento, la situación se orienta hacia un nuevo paradigma y, en éste, en vez de haber una clara y abierta orientación hacia la concordia, lo que sobresale y logra captar mayor atención es la lucha y división. Precisamente por ello ya no se tenderá hacia una lectura de comprensión general de los inte- reses sociales, sino los de un grupo o sector concreto, que justificará su actua- ción al margen de las categorías morales y éticas que habían sido válidas hasta el presente. Con todo, un progresivo avance ante esta circunstancia fue la organización progresiva de los trabajadores en el movimiento obrero que, lógi- camente buscaba la unión de fuerzas y la defensa de los intereses de los obre- ros, ante el abuso al que se estaban viendo sometidos. Desgraciadamente, la Iglesia llega tarde a esta realidad, que tanto incidirá en los ámbitos más indus- trializados del mundo occidental. En el marco italiano también se producirá una significativa implantación industrial, fundamentalmente en el Norte, que miraba constantemente hacia el marco centro europeo. En concreto se implantó una industrialización orien- tada hacia el sector mecánico y químico. Lógicamente, ese desarrollo iba vin- culado también al progresivo abandono de la agricultura tradicional y de los entornos rurales, lo que generará una nueva imagen de las ciudades emergen- tes, donde la masificación no permite gozar a todos de los adecuados recursos y medios de vida. Al mismo tiempo, se creaba una significativa división entre los del Norte, perfectamente implicados en el gran tren de la industrialización y de la modernidad, frente a los del Sur anclados en tradiciones que se remonta- 28

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