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espirituales de sus enseñanzas, provee –con sentido de profunda misericordia y ternura– a sostenerlo, multiplicando el pan” 31 . La sucesión de tareas y responsabilidades a las que había dedicado amplias etapas de su vida, para este momento, lo habían convertido en un hombre en el que estaba asimilada la praxis del cambio. Por eso mismo vemos evolucionar a un intelectual que se convierte en un cooperador social eficaz y atento. A ello ayuda- ban sus experiencias de vida y acción social, así como la sensibilidad vivida y con- trastada del pobre y del sufrimiento 32 . O, como el profesor Flecha Andrés afir- mará, al hacer la semblanza del Cardenal, en la inauguración de la Cátedra que lleva su nombre en la Universidad Pontificia de Salamanca, afirmando, que “no se limitaría tan sólo al ejercicio de la caridad ante las situaciones evidentes de pobreza, que no eran pocas. De forma profética, su visión de la realidad social trasciende las necesidades inmediatas para intentar reformar algunas estructuras sociales que habían sido desmanteladas por la guerra mundial” 33 . Al mismo tiempo, Palermo, desde su peculiar idiosincrasia y realidad dramá- tica cautivan el corazón de aquel hombre, que en una lectura coherente con la tra- dición cristiana, identifica su ministerio episcopal como un matrimonio indisoluble con su diócesis y las necesidades de la misma. Así, aquella diócesis determina su ministerio episcopal y él se deja cuestionar profundamente al tiempo que se acerca al pobre concreto, con nombres y apellidos y a su sufrimiento, entendién- dolo e interpretándolo como un verdadero locus theologicus para su vida de pas- tor 34 . Lo que le llevaba también a vivir los cambios y cuestionamientos que estaba en ese momento experimentando la Iglesia italiana, que afectarían también a su propio status y sus formas concretas de presencia en la sociedad. 48 31 E. Ruffini, “Il messagio del Pastore”, en Lettere pastorali , 8. Ruffini escribe esta carta el 10 de marzo de 1946, desde Roma. El detalle es importante pues antes de haber llegado a Sicilia, tenía ya conciencia clara de cuál era la situación que vivía la gente. Algo para lo que lógicamente se había tenido que documentar e informar, mostrando así, una vez más, esa sensibilidad que partía del conocimiento sincero y concreto, en búsqueda de la Verdad, pero sabiendo que para llegar a ella había que valerse de los adecuados medios humanos. 32 Un acercamiento a sus enseñanza, teniendo como claves fe y justicia en: A. Galindo García, “Fe y justicia en el pensamiento del Cardenal E. Ruffini. Aproximación a su enseñanza social”, en J-R. Flecha Andrés (Coord.), La semilla de la Palabra de Dios , Salamanca, Universidad Pontificia de Sala- manca, 2010, 113-141. 33 J.-R. Flecha Andrés, “Semblanza del Cardenal Ernesto Ruffini”, en Id. (ed.), 50 Aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos. Inauguración de la Cátedra “Cardenal Ernesto Ruffini”. Sala- manca, 10 de diciembre de 1998 , Salamanca, Universidad Pontificia de Salamanca, 1999, 22. 34 Así lo afirma Giuseppe Petralia: “Según era su estilo, el Arzobispo se consagró en cuerpo y alma a su misión. El hombre de estudios, pareció como si se olvidara de sus intereses culturales, que habían ocupado gran parte de su vida, y fue Pastor incansable, despierto, que afrontó todos los problemas del gobierno pasto- ral como un hombre de muchas almas”. G. Petralia, Il cardinale Ernesto Ruffini …, 67.

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