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El abandono progresivo de los esquemas tradicionales, aunque nadie se atre- viera abiertamente a afirmarlo, había dejado más desprovistos a aquellos que, seguramente, tendrían más necesidades. Era, por tanto, una llamada al equilibrio social intentando reducir las exi- gencias y necesidades, pero no por la simple ascesis, sino para ampliar el beneficio social a aquellos que estuvieran más necesitados. Él mismo lo había expresado, en un lenguaje realmente bello: “La caridad es una reina y no debe ir vestida de harapos. A los pobres es necesario darles lo mejor, sin derroches, es cierto, pero también sin tacañería; sin lujo, pero también sin mezquindad” 28 . Era una perspectiva socio-asistencial la que él promovía, donde el bien común público, lo era también el desarrollo global en el que estuviera imbricado el tema de la fe, de tal suerte que la asistencia social mirara a la totalidad del indivi- duo. Esto, además, implicaba que la opción cristiana tenía que completarse desde una expresión pública, como expondrá en una de sus cartas pastorales: “El catolicismo no es solamente un sentimiento, una religiosidad exterior, no está reducido al cerco de la propia persona o de la propia familia, sino que se amplía a la vida social, de la cual en el diseño de la Providencia ha de con- vertirse en la norma y espíritu animador” 29 . Era, también, a un mismo tiempo, la llamada a generar un diálogo entre pobreza y asistencia, buscando incluso un conocimiento sociológico de la reali- dad de la pobreza, algo que pondrá en acto de manera inmediata en su llegada a Palermo. Al mismo tiempo, la superación de los conceptos o lecturas mera- mente económicas, que siempre están motivadas por el interés, abren la puerta al concepto de referencia y que preocupaba hondamente a Ruffini: la dignidad humana y el adecuado desarrollo de la persona 30 . Para ello, incluso era necesario que alguien atendiera a estas necesidades, desde la peculiaridad y diversidad del momento presente, respecto de otras épocas. Por ello, piensa ya en organizar un grupo de personas que, viviendo en medio del mundo, se dedicasen al servicio de los pobres. Lo que luego sería el Instituto de Asisten- cia Social y Misionera . En su idea, todavía no del todo madurada, el concepto 46 28 E. Ruffini, Pensamientos , 48. 29 Id., “Unità nella carità”, en Lettere pastorali …, 176. 30 “El hombre es la única realidad terrenal que supera el tiempo: con la muerte bajará el telón sobre el escenario de este mundo, pero no acabará la vida del alma. Esta llevará consigo, más allá de la tumba, el derecho inalienable de recuperar un día su cuerpo, que es, por así decirlo, su envoltura natu- ral”. Id., “Fe cristiana y dignidad humana”, en Fe Cristiana y Sociedad, 153.

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