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texto general del discurso en el cual encontramos el precepto: Prestad sin esperar nada a cambio, es un mandato de caridad, por ejemplo «Amad a vues- tros enemigos, haced el bien a los que os odian. Bendecid a los que os maldi- gan, rogad por los que os maltratan. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pide, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. etc.» Lc 6,26-37” 23 . Ruffini estaba evidenciando que, incluso más allá de las leyes, que eran norma legal y, por tanto de comportamiento y organización social, había unas reglas que respondían a la identidad cristiana y, eran éstas las que debían fun- damentar el proceder y comportamiento humano. Por ello, el principio funda- mental para él, será lo que denomina como “mandato de caridad”. 3.2. Preocupación por el “ser humano” en su totalidad No cabe duda, como ya hemos indicado, a la Iglesia le cuesta adaptarse a la nueva situación que se va imponiendo, desde el momento que pierde el pro- tagonismo central en la sociedad. Es cierto que, en muchos momentos se ubi- cará en el desarrollo de posturas defensivas y polémicas, frente a la sociedad y frente a los grandes sistemas sociales. Pero, al mismo tiempo, no es menos veraz que, como consecuencia del desarrollo del Pensamiento social de la Igle- sia, mediante los principales documentos que se acercaban a los problemas sociales desde la Doctrina Social de la Iglesia la reflexión y la acción, desde una vertiente cristiana contaban con un respaldo oficial que, lógicamente provoca- ría una lectura teórica y de posibles alternativas en el lugar y campo concreto de trabajo de cada cristiano 24 . En este sentido, los valores asimilados en el hogar por el Cardenal Ruffini aflorarán en diversos momentos produciendo diversas respuestas concretas y, podríamos decir, convirtiéndose de manera procesual en eje transversal de su vida. Las posibilidades que ofrecía una ciudad como Roma, ampliará los cau- ces del ministerio presbiteral de Ruffini, que sentirá la necesidad de incorpo- rarse activamente al movimiento misionero, que había sido impulsado por 43 23 Id., “Mutuum date, nihil inde sperantes (Lc 6,35)”, en Conferenze varie , 16. 24 Hablando de la Doctrina Social de la Iglesia afirma: “Certamente si cercherebbe invano nel Vangelo un sistema o un programma politico ed economico; il Divino Salvatore ha preferito lasciarne la formulazione alla contesa intellettuale e libera degli uomini, i quali sarebbero trovati, attraverso i tempi, in condizioni tanto differenti. Vi abbondano però semi fecondi, idee-forze più che sufficienti per fondare una sociologia la quale assicuri all’uomo l’ambiente di cui abbisogna per vivere e per creceré in conifor- mità al suo alto destino”. Id., “Il dovere sociale”, en Lettere pastorali , 13.

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