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en el Laterano, es nombrado catedrático de Sagrada Escritura en el Pontificio Ateneo de Propaganda Fide, hoy Universidad Urbaniana. La razón de ser de tan importantes encomiendas en la vida académica romana estaban sustenta- das en su seriedad, profunda preparación cultural, así como en la fascinación que era capaz de transmitir desde una elocuente didáctica. En 1928, Pío X lo nombra secretario de la Sagrada Congregación de los Seminarios y de la Universalidad de los Estudios, con la intención de promover la reforma del iter formativo eclesiástico. La muestra de confianza hacia él era realmente grande, pero la responsabilidad también, por lo que progresiva- mente, después de veinte años de docencia tendrá que ir abandonando el magisterio académico, lo cual hará de manera definitiva en 1931. Con su actitud abierta y disponibilidad, favorecerá la consolidación de los diversos Ateneos romanos. Así expresará él, años más tarde, su visión sobre la situación de los estudios en la Iglesia, que consideraba orientado hacia un futuro prometedor, donde el interés por la investigación de la verdad se impo- nía frente a otras interpretaciones: “Y si alguien dudase aún del culto que la Iglesia Católica tributa al estudio y a las investigaciones científicas, venga a Roma y verá cómo la Iglesia ha usado la libertad que le ha sido concedida, especialmente para erigir escuelas, para organizar bibliotecas, para promover investigaciones. Además de la Uni- versidad Gregoriana, el Ateneo Lateranense, el Ateneo de Propaganda Fide, el Ateneo Internacional de los Dominicos «Angelicum», el Ateneo Internacional de los Franciscanos «Antonianum», el Ateneo «San Anselmo» de los Benedicti- nos, el Instituto Bíblico, el Instituto Oriental, el Instituto de Arqueología Cris- tiana, el Instituto de Música Sacra y otros, son estrellas de primera magnitud en el luminoso cielo de la capital de la Iglesia Católica” 18 . Incluso frente a la actitud negativa de otros, que se manifestaban todavía anclados en el pasado. Su actitud corresponderá con lo que el Pontífice espe- raba, conjugándose así perfectamente los intereses de la Iglesia y la sensibili- dad atenta de Ruffini. Fruto de su buen hacer será la creación de un Instituto de Pedagogía, en el Ateneo Salesiano, hoy Universidad Pontificia Salesiana. En parecidas circunstancias, en la Universidad Católica de Ottawa, se funda el Institute of Mediaeval Studies de Toronto, que había sido idea suya, con el 40 18 E. Ruffini, “Discurso en la Universidad de Buenos Aires”, en J.-R. Flecha Andrés (Ed.), Fe Cristiana y Sociedad , Salamanca, Universidad Pontificia de Salamanca, 1998, 101. Téngase también en cuenta su conferencia: Id., “L’importanza dello Studio per il Clero”, en Conferenze varie , 32-39.

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