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tará especialmente en una doble vertiente: por una parte, en la actitud y capa- cidad de sacrificio y, por la otra, en una clara atención y mirada atenta hacia el otro en sus necesidades. En ambos aspectos jugará un papel significativo el ejemplo de sus padres, que el joven Ruffini asimila, manifestando además que la pobreza también puede tener una cara más benevolente, cuando ésta es digna y se mueve en el respeto para el que la padece y, máxime, si lo hace desde una comprensión cristiana. De esta manera, los valores vividos en el hogar, servirán de fundamento a muchos de los proyectos emprendidos por él años más tarde 17 . Desde su ingreso en el Seminario de Mantua, a la tierna edad de diez años, muestra una pasión peculiar hacía el estudio. Su vida transcurre en las formas propias de la época: oración, sacrificio personal, estudio… En 1910 obtiene el doctorado en Sagrada Teología por la Facultad de Milán. Meses más tarde, el 10 de julio, es ordenado presbítero. Ruffini, en ese momento, tenía 22 años. Sin dilación alguna es enviado a Roma como colegial del Leonino, de vía Pompeo Magno, para estudiar en el Pontificio Instituto Bíblico, que había sido fundado un año antes. La fundación del Instituto Bíblico, el 7 de mayo de 1909, era una prueba más del nuevo orden y del interés que por una formación seria se iba progresi- vamente imponiendo en los entornos religiosos. No cabe duda que era la cara opuesta al modernismo. En 1913, de septiembre a noviembre, hace un viaje de estudio a Tierra Santa que, de alguna manera, era la culminación de sus estudios en el Bíblico, donde nuevamente se trasluce el interés no sólo por un estudio teórico, sino por el hecho de que éste pudiera ser completado y verifi- cado a partir de las ciencias auxiliares, en el contacto directo. De regreso a Roma, recibe el Diploma de Profesor en Sagrada Escritura, comenzando su magisterio en el nuevo Seminario Lateranense, oficio para el que había sido escogido por el mismo Pío X. Su actividad docente no le impide dedicarse a completar su formación, obteniendo en esos años el Doctorado en Filosofía, por la Pontificia Academia Romana de Santo Tomás. En 1917, compaginando con su actividad docente 39 17 Entre esos valores irrenunciables se encontraría también la familia y el matrimonio cristiano, como clave de socialización. Así lo ha expuesto el profesor Flecha Andrés, al extractar textos de sus escritos. “No es fácil describir cuánta es la influencia del matrimonio cristiano en la sociedad. De esta influencia deriva gran incremento de la armonía entre las diferencias familias, y por consiguiente la paz de la sociedad. Depende de ella la prosperidad de las naciones, y sobre esta base tiene la más fuerte con- sistencia la educación física, intelectual y moral de los hijos”. E. Ruffini, Pensamientos , J.-R. Flecha Andrés (Coord.), Salamanca, Universidad Pontificia de Salamanca, 2004, 58.

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