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MiguelAnxo Peña González De esta manera, parece que las independencias habían sido asimiladas desde las enseñanzas que el pensamiento hispánico había elaborado en aquellas distantes épocas anteriores. Así se entendía de manera clásica y el mismo Quevedo lo había expresado de manera magnífica, 37 o, más recientemente, historiadores como Caracciolo Parra en tierras venezolanas. Las palabras de éste último, por estar escritas desde aquel lado del mar resultan evocadoras: "Cuando tales cosas comprobamos, no podemos menos de proclamar una evolución lenta, progresiva, nacionalista, firme, en la instrucción pública caraqueña, iniciada desde los propios años en que se plantó junto al Ávila el pendón de Castilla". 38 Se puede entender que una enseñanza, como la impartida por España en Indias, llevaba en sí los gérmenes más eficaces para romper con la Madre Patria, el día en que ésta no comprendiera los intereses oligárquicos, adornados de legítimas aspiraciones, por parte de sus hijas que entraban en su mayoría de edad ciudadana. Así, lo que podía haber sido un proceso lógico de desarrollo se convirtió en una dolorosa y cruenta ruptura. Quizás el detalle que nos resulte más sugerente es el hecho de que los mismos emancipadores se consideraran los auténticos descendientes e intérpretes de aquel sistema humanístico del siglo XVI, entendiendo que todo el período intermedio es un paréntesis de infidelidad a unas doctrinas que deberían haber sido asumidas por toda la sociedad de su tiempo. No cabe duda que el detalle tenía una fuerte carga de construcción ética y social, puesto que era una manera de que aquellos que se emancipaban tuvieran un marco religioso y político de comportamiento, en el mismo momento en que estaban rompiendo con el que habían mantenido durante más de 300 años. Se desligaban de la Madre Patria; pero no lo hacían del pensamiento que les había dado forma, aunque éste también tomaba un cariz muy próximo al de la Revolución francesa y sus grandes ideólogos, ya que eran también parte del sustrato final, pero siempre con matices muy propios y marcados desde el contexto concreto americano. Así se explican sermones como los del sacerdote de Guandacol, José Francisco Echenique, quien afirmó que el poder de los reyes estaba subordinado al de los pueblos. El gobernador, 37 "De su espada, no de su libro, dicen los reyes que tienen sus domicúos; los ejércitos, no las ucúversidades, ganan y defienden; victorias, y no disputas, los hacen grandes y formidables. La batallas dan reinos y coronas; las letras, grados y borlas. En empezando una república a señalar premios a las letras, se ruega con las dignidades a los ociosos, se honra la astucia, se autoriza la malignidad y se premia la negociación, y es fuerza que dependa el victorioso del graduado, y el valiente del doctor, y la espada de la pluma. En la ignorancia del pueblo está seguro el dominio de los príncipes; el estudio que los advierte los amotina". F. Quevedo y Villegas, "La fortuna con seso y la hora de todos", p. 258. 38 C. Parra León, La instrucciónpública en Caracas-. 1567-1725, p. 36. 52
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