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LEÓN XIII. ABANDERADO DE LA LIBERTAD 87 tidos a los otros. La encíclica cita a Justino, en las Instituciones’2, donde queda confirmada esta idea de sometimiento, pero como sabemos este aserto es repeti do frecuentemente por el derecho antiguo, con lo que se nos da solamente una muestra de aquella realidad aceptada y asumida socialmente’3. Lógicamente, y aunque no lo cita, nuestro autor es consciente que la base de este conflicto se encuentra en Aristóteles. Para demostrar esto parece necesa rio comparar el texto de la encíclica, donde se dice: “Y en efecto no se avergon zaron de afirmar que la categoría de los esclavos era muy inferior a la de los libres por capacidad intelectual y por prestancia física, y que por tanto fue nece sario que los siervos, como instrumentos privados de razón y de determinación, obedecieran sin reflexionar, como indignos en todo, a los deseos de los amos”4, y la postura aristotélica, que es casi idéntica, y en la que afirma que esclavo es aquel que: “por naturaleza no pertenece a sí mismo, sino a otro, siendo hombre, ése es naturalmente esclavo; es hombre de otro el que, siendo hombre es una posesión, y la posesión es un instrumento activo e independiente... La naturale za quiere sin duda establecer una diferencia entre los cuerpos de los libres y los de los esclavos, haciendo los de éstos fuertes para los trabajos serviles y los de aquéllos erguidos e inútiles para tales menesteres, pero útiles en cambio para la vida política”5. Pecci concluye lo abominable de esta postura y, como esta realidad, histó ricamente constatable, viene superada mediante la gracia liberadora de Cristo, por la cual todos hemos sido proclamados como hijos de Dios’6. Como conse cuencia lógica de este argumento, surgen una serie de referencias a las epístolas paulinas, donde se hace hincapié en esta idea con la que se quiere resaltar que, la influencia de la Iglesia en la sociedad, llevó a una evolución positiva de esta última, donde se da un paso decidido hacia la libertad de la familia humana. No se deja al margen ninguna de las diversas visiones paulinas; desde aquella que condena explícitamente la esclavitud, a la que presenta un respeto hacia la reali dad social existente, como en el caso de Filemón con Qnésimo’7. Con todo, el argumento utilizado parece algo débil, puesto que considera que “cuánto más si alguien observa atentamente con cuanta dulzura y prudencia la Iglesia extirpó y derrotó la torpe peste de la esclavitud”8. Ciertamente la Igle 12 Cf. JUSTINIANO, las!., 1,1,8. 13 Cf. GAYO, las!. 1, 43; Dig. 1, 3, 1-2; 47, 10, 25; 48, 5, 6; Codex 5, 27... 14 “Nec enim surlt veriti profiteri, quia servorum genus generi liberorum longe multumque et virtute intelligendi et praestantia corporum cederet, oportere idcirco, servo, veluti carentia ratione et consilio iris trumenta, dominorum usquequaque voluntatibus temere indigneque servire”: la plurimis, 547. 15 ARISTOTELES, Política, 1,4-5 (1254a-1254b). San Agustín asume idéntica visión, cf. S. AGUS TIN. Quaestionum in heptateuchuni libri septem, 1, 153 (PL 34, 589; CC SL 33, 270). 16 Cf. la plurimis, 548. 17 Cf. Gal 3,26-28; Col 3,11; ICor 7,22. 12,13; Ef 6,5-8; lTim 6,1-2; Tit 2,9-10; Fil 12-18. 18 “Id co vel magis, quum quis diligenter advertat qua Ecclesia lenitate et prudentia foedissimam ser vitutis pestem exsecuit depulitque”: lbidem, 550.
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