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104 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ directamente ayudando al progreso de las ciencias humanas, con lo cual se deja entrever una unidad entre lo que la Iglesia defiende y lo que la sociedad pro- pugna. Una nueva llamada de atención al espacio terrenal e identificando con un estado a la Iglesia. Al mismo tiempo, esta unidad indisoluble jalonada por el res peto a un orden social establecido, no niega al hombre un amplio campo de posi bilidades, donde el hombre puede desalTollar en plenitud su ingenio, además de estar amparado por unos valores que le permitirán ser crítico y autónomo a la hora de decidir y tomar partido, frente a las enseñanzas propuestas por el libera lismo. Sabiendo que no se puede ser ingenuo ante los errores en que puede caer la sociedad si se deja llevar del liberalismo, puesto que éste se mueve en un ámbito de una gran incoherencia, entendiendo una gran libertad teórica, pero que luego en la práctica estorba a la libertad de la Iglesia. Su talante apologético, al mismo tiempo, le lleva también a recordar cómo la Iglesia no hará ningún mal a la sociedad, puesto que lo que desea es el bien para todos los hombres y pueblos, aunque esta venga determinada por una escala social. Pero este talante sí parece bastante justificado, sobre todo si es interpretado a la luz de los acontecimientos vividos en Roma en aquellos momentos. Respecto a la libertad de conciencia utiliza una forma muy sugerente de responder a la propuesta liberal, que no es otra que volver el argumento en un sentido positivo, frente a la opinión de dar o no culto a Dios, propone “que el hombre en el Estado tiene el derecho a seguir, según su conciencia, la voluntad de Dios y de cumplir sus mandamientos sin impedimento alguno”65. Ante la rea lidad de opresión y violencia que la Iglesia comienza a vivir, cabe la posibilidad de recuperar otro orden de valores que sería el propuesto por la Iglesia, donde no se tiene que ver como una amenaza el hecho de que se respete el poder público y la autoridad de Dios sobre los hombres, asumiendo que si no hubiera un res peto del ámbito civil por los valores intrínsecos y constitutivos del hombre a la hora de detentar el poder, será justo no obedecer. Después de señalar esta serie de limitaciones, hace una llamada a la recu peración de un equilibrio y cordura, puesto que la exaltación de una serie de libertades particulares entiende que han llevado a la sociedad a experiencias muy negativas. Frente a aquellos que ven en la Iglesia a un enemigo a quien abatir, ésta es una llamada de atención constante al equilibrio y a la equidad, una ayuda eficaz allí donde no pueden llegar los poderes establecidos políti camente. Al mismo tiempo la aceptación de las nuevas libertades por parte de la Iglesia es también una llamada al equilibrio, puesto que la libertad nunca debe ser buscada por sí misma, como ya ha señalado anteriormente. Pero la 65 “Ut homini ex conscientia officii, Dei voluntatern sequi et iussa facere, nulla re impediente. in civi tate liceat”: Ibidem, 608.

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