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102 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ Pecci. Considera que “es absolutamente contrario a la naturaleza que pueda líci tamente el Estado despreocuparse de esas leyes divinas o establecer una legisla ción positiva que la contradiga”58. La condena va especialmente dirigida esta vez hacia aquellos, que ocupando cargos de gobierno en los estados, hacen esa clara distinción, dejando al ámbito particular todo lo que hace referencia a la fe. Es la realidad que él está constatando que se impone en aquellas tierras italianas. La encíclica ve la necesidad de reforzar la confluencia entre lo religioso y lo civil, evitando todo enfrentamiento como está viviendo la sociedad en ese momento. Quizás lo más positivo es su apuesta por la búsqueda de un medio para evitar las luchas y disputas, para que se llegue al establecimiento de un con senso que posibilite el crecimiento de la sociedad. Aunque él sólo vea una única vía, que será el restablecimiento de un poder temporal para la Iglesia. Ahora, después de haber delineado las características que configuran a los liberales, entra a analizar por separado las diversas clases de libertades. Comien za por la que él denomina “tan contraria a la virtud de la religión, la llamada libertad de cultos”, que tiene como base el convencimiento de que cada uno puede profesar o no la religión que quiera. Considera que conceder al hombre esta libertad, supone que el hombre renuncia a algo que le es intrínseco, por ser su origen y fin supremo, que no es otro que Dios. Sin la virtud de la religión no es posible ningún otro tipo de virtud válida y auténtica. Por otra parte, conside ra que no hay cabida para el ateísmo o indiferentismo religioso por parte del Estado, como tampoco lo hay para la equiparación y nivelación sociológica de todas las religiones. Por todo lo expuesto, sostiene que “la libertad de cultos es muy perjudicial para la libertad verdadera”59. Para él no hay duda, puesto que viene atestiguado por la razón y la historia, que “la libertad, la prosperidad y la grandeza de un Estado están en razón directa de la moral de sus ciudadanos”60. El segundo aspecto de la libertad que aborda es el que hace referencia a la libertad de expresión y de imprenta. Va directamente a lo que él considera el cen tro del problema, que es la realidad de aquellos que hacen uso de esta libertad sin ningún tipo de cortapisas, “sin moderación alguna, traspasando todo freno y todo límite”. Entiende que se da un fuerte abuso sobre la sociedad, llevada a cabo por aquellos que transmiten opiniones que no son veraces. Considera ade más, que la mayoría de los ciudadanos no están preparados para esta dialéctica tan sutil y elaborada. Por otra parte cree que en el hablar y en el escribir, tiene que existir un límite, de lo contrario, “no quedará ya nada sagrado e inviola ble”61. La solución está estrechamente vinculada al límite que se ponga en la 5$ “Est omnis honestalis iustitiaeque principium, profecto illud vehementer repugnat, posse iisdem de tegibus nihil curare, vel etiam quidquam infense statuere civitatem”: Ibidem, 603. 59 “lustimodi libertatem valUe obesse verae... libertati”: ibide,n, 605. 60 “Quo sint melius moratae, eo plus libertate et opibus et imperio valere civitates”: Ibidem. 61 “Nihil est sanctum inviolatumque permansurum”: Jbidenz, 605-606. 62 “Eo enim est maior futura libertas ac tutior, quo frena licentiae mairoa”: fbiclem, 606.
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