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LEÓN XIII. ABANDERADO DE LA LIBERTAD 101 ese sistema tan extendido y poderoso, y que, tomando el nombre de la misma libertad, se llaman a sí mismos liberales”55. De manera práctica y para que resulte más fácil seguir su argumentación, León XIII marca tres niveles dentro del liberalismo. El primer grupo está com puesto por aquellos que proponen la soberanía de la razón humana, consideran do que no hay en la vida ningún tipo de autoridad divina al que sea preciso estar sometidos y, por lo mismo, obedecer. Es la apuesta clara para que cada ciudada no se propugne como ley para sí mismo y, de ahí deduce él que viene la prácti ca liberal de la libre voluntad de cada uno, que traerá además como consecuen cia en el ámbito social, la ausencia de toda religión en los estados. De esta realidad cree deducir las consecuencias que para él son lógicas. Sin lugar a dudas está teniendo presente los acontecimientos sociales que ha vivido Europa en las últimas décadas y en aquellos precisos momentos una Italia enfrentada, pero también se deducen los que vendrán posteriormente, que de alguna manera confirmarán lo que él propone ahora de manera apologética: “Armada la multitud con la idea de su propia soberanía, fácilmente degenera en la anarquía y en la revolución, y suprimidos los frenos del deber y de la con ciencia, no queda más que la fuerza; la fuerza, que es radicalmente incapaz para dominar por sí sola las pasiones desatadas de las multitudes”56. Si a lo largo de la encíclica se ha ido notando la divergencia tan fuerte de posturas, es aquí donde llega a su punto más extremo. Está convencido que su tarea, en este momento, es la respuesta contundente y lo más clara posible con tra los socialistas y revolucionarios, aunque quizás hubiera sido más preciso hablar de anarquistas, puesto que son el último escalón de esta cadena que él está condenando. El segundo grupo lo componen aquellos liberales que consideran que la libertad debe ser gobernada y dirigida por la recta razón, quedando sometida a la ley de Dios y al derecho natural, negando cualquier otra normativa que no esté comprendida dentro de la razón natural. Aquí la encíclica condena precisamen te eso, que no se acepten otras normas que pueden ser bastante claras y precisas para el hombre, “esta clase de leyes -considera él-, al tener el mismo principio y el mismo autor que la ley eterna, concuerdan enteramente con la razón, perfec cionan el derecho natural e incluyen además el magisterio del mismo Dios”57. El tercer grupo lo forman los que hacen una total distinción entre el mundo de la conducta particular y aquel que hace referencia a la vida de las repúblicas, la total separación entre Iglesia y Estado, realidad que tanto preocupaba al papa 56 “Similiter opinione principatus armata, facile ad seditionem turbasque labiatur multitudo, frenisque officii et conscientiae sublatis, nihil praeter vim relinquitur; quae tamen vis tanti non est, ut populares cupi ditates continere sola possit”: Ibicteni, 601. 57 “Vivendi norrnarn constanter religioseque, ut a lege aeterna, ita ab omnibus singulisque petere legi bus, quas inifinite sapiens, infinite potens Deus”: Ibídem, 602.
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