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98 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ Entiende él que el centro de su reflexión estriba en la libertad moral, que afecta tanto al individuo como a la sociedad. Pero ante la confusión reinante, cree necesario detenerse a exponer las ideas fundamentales de la libertad natu ral, entendiendo que ésta es la fuente y el principio de donde nacen y derivan todas las demás libertades. Esta libertad es la que dota al hombre de la respon sabilidad de sus propios actos, ya que además el hombre está capacitado para pensar. Curiosamente la Iglesia, como defensora de la libertad y de la inmortalidad del alma, “siempre ha enseñado y las defiende como dogma de fe”44. Esta liber tad formal a la que ahora empieza a referirse, es aquella que ha permitido man tenerse en perfecta confrontación con las herejías que han ido surgiendo a lo largo de la historia. León XIII entiende que las disputas que desembocaron en el concilio de Trento, así como las posteriores con los discípulos de Jansenio, fue ron auténticas apuestas por la libertad humana. Aunque no lo afirma directa mente, está también haciendo una llamada de atención a restaurar ese orden pre vio, que él sigue considerando como el más apropiado para la Iglesia. Con este principio, da un paso adelante entendiendo que la libertad es la facultad de elegir entre unos medios aptos, destinados hacia un fin concreto; teniendo en cuenta que todo lo que se elige será bien útil, deduce que “la liber tad es propia de la voluntad, o más exactamente, es la voluntad misma, en cuan to que ésta, al obrar, posee la facultad de elegir”45, con lo que se sitúa clarama mente en línea aristotélico-tomista46. Por otro lado, al entender que la libertad reside en la voluntad, tendrá como fin un bien conforme a la razón, pero como la razón puede ser imperfecta, podrá proponer algo malo con forma engañosa. De esta manera, afirma él, “la voluntad, por el solo hecho de su dependencia de la razón, cuando apetece un objeto que se aparta de la recta razón, incurre en el defecto radical de corromper y abusar de la libertad”47. Llega a la conclusión, siguiendo la argumentación del Aquinate, deduciendo que la posibilidad de pecar no es una libertad, sino una esclavitud48. Como recuerda en la encíclica, esto venía respaldado por la visión de la filosofía antigua que entendía que sólo el sabio era libre, entendiendo por sabio a aquel que vivía según la naturaleza, que era lo mismo que decir en coherencia con la moral y la virtud. Este ámbito ético-moral no era suficiente para salvaguardar la libertad humana, por lo que fue necesario arroparla frente a un riesgo real que era la manipulación y el estar sometida a los particularismos. Esto se intentó solucio 44 “Quae scilicet utmmque omni tempore docuit, sicque tuetur ut dogma”: Ibidem, 595. 45 “Idcirco liberum arbitrium est voluntatis proprium, seu potius ¡psa voluntas est quatenus ¡o agendo habet delectus facultatem”: Ibidein. 46 Cf. S. TOMAS, Summa Theotogiae, 1-II, q. 10. 47 “Voluntas, hoc ipso quod a ratione pendet, quando quidquam appetat quod a recta ratione disside at, vitio quodam funditus inquinat libertatem, eademque perverse utitur”: Libertas, 595. 48 Cf. S. TOMAS, Siunma Theologiae, 1-II, q. 71, art. 2; lI-II, q. 122, art. 4; III, q. 4, art. 4.
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