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ocupando a los filósofos desde Plotino. Merecerían, por consi- guiente, un tratamiento sistemático, con el empleo todos los recursos de la Escolástica. 6. Los comentarios moralizantes de Caro Baroja y de Palau y Dulcet producen risa a estas alturas, no mereciendo ningún tipo de comentario. 7. Por todo lo expuesto, reclamo, una vez más, que se haga cuan- to antes una edición crítica de El ente dilucidado , con una buena introducción y con las notas aclaratorias pertinentes. La realiza- da por la Editora Nacional, además de estar agotada, carece de los soportes bibliográficos necesarios para su utilización acadé- mica. Concluyo: Fr. Antonio de Fuentelapeña intentó dilucidar la naturaleza de ese ente extraño –invisible, doméstico y juguetón– que recibe el nombre de duende o trasgo. Yo también he pretendido dilucidar (ignoro si acertadamente o no) el libro de Fuentelapeña sobre ese ente. Me precedieron otros en la tarea. Quiero mencionar, sobre todo, al P. Teófilo Estébanez de Gusendos, capuchino, a cuya memoria dedico el presente trabajo. F RANCISCO R ODRÍGUEZ P ASCUAL Universidad Pontificia de Salamanca 726 FRANCISCO RODRÍGUEZ PASCUAL

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