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través de la arteria venosa, aire solo, sino aire mezclado con sangre; luego tal mezcla tiene lugar en los pulmones: los pulmones dan a la sangre ese color rojizo, no el corazón». Servet acaba su exposición con estas palabras: «Si hay alguien que compare todo esto con lo que escribe Galeno en los libros VI y VIII del De usu partium , comprenderá cabalmente una verdad que no fue advertida por el propio Galeno». Esta verdad no es sólo que no existe comunicación interventricular, sino también que la sangre circula desde el ventrículo derecho a la aurícula izquierda. Afirmar esto suponía poner una carga de profundidad a todo el sistema fisio- lógico galénico. No era, pues, una mera rectificación de detalle en un punto concreto de la anatomía cardiaca, sino el desmontaje par- cial de todo el edificio anatomofisiológico de la medicina. Ciertamente, el desmontaje de Servet fue parcial. De hecho, la circulación menor no es en el rigor de los términos tal, ya que con ella sola no se cierra el círculo. Éste sólo se completa con la llama- da circulación mayor, que no fue descubierta hasta un siglo después de Servet, por el médico inglés William Harvey. El año 1628 publi- có Harvey su libro Exercitatio anaomica de motu cordis et sangui- nis in animalibus . En el propio título se manifiesta Harvey como lo que es, un pensador profundamente clásico, muy influido por las teorías de Aristóteles, y por ello mismo adepto convencido de la tra- dición cardiocéntrica. Su libro intenta ser uno más en la larga lista de los titulados De motu cordis . Este clasicismo le lleva a considerar el corazón como el centro del microcosmos. En la dedicatoria al rey Carlos de Inglaterra, Harvey escribe: «El corazón de los animales es el fundamento de la vida, el principio de todas las cosas, el sol del microcosmos; de él depende todo crecimiento y emana todo vigor y toda fuerza. De la misma manera el Rey, fundamento de su reino y sol de su micro- cosmos, es el corazón de la república, y de él emana toda potestad y proviene toda gracia» ( De motu cordis , Dedic.). Del mismo modo que el hombre es el sol del macrocosmos y el Rey el sol de la repú- blica, el corazón es el sol del microcosmos. El corazón, pues, es como el centro y el rey del cuerpo humano. Sin duda fue esta actitud ante el corazón la que incitó a Harvey al estudio de su movimiento. Como dice repetidas veces a lo largo 64 DIEGO GRACIA

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