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El argumento lo enuncia Tomás de Aquino en las primeras líne- as del opúsculo: «Aunque todo lo que se mueve debe tener un motor, resulta dudoso saber qué mueve al corazón y cuál sea su movimiento». La duda ha hecho que se multipliquen las opiniones respecto a la naturaleza de este movimiento. Tomás de Aquino expone una a una estas diversas opiniones, y va demostrando su inconsistencia. Este es el objeto de la segunda parte del opúsculo, la de las opiniones en contrario u objeciones ( sed contra ). Piensan algunos que ese movimiento ha de estar producido por el alma, pero esto carece de sentido, ya que no puede depender ni del alma nutritiva (cuyas únicas funciones son la nutrición, el creci- miento y la reproducción), ni tampoco de la sensitiva y la intelecti- va (ya que ambas no mueven más que a través del apetito, y el movimiento del corazón es involuntario). Tampoco parece que la causa de un movimiento del tipo del cardiaco sea meramente natu- ral, ya que el movimiento natural suele tener una sola dirección, en tanto que el del corazón es de sístole y diástole. Cabría entonces decir que se trata de un movimiento violento, pero esto tampoco resulta posible, ya que acompaña al animal a todo lo largo de su vida, de tal modo que cuando este movimiento desaparece, cesa la vida. Parece, en consecuencia, que este movimiento es el más natu- ral, dado que va inseparablemente unido a la vida del animal. Pero entonces el problema está en determinar qué se entiende aquí por movimiento natural. Para unos, este movimiento procede de una naturaleza sideral o entendimiento agente. Tomás de Aquino se aparta de ellos, ya que la causa del movimiento cardiaco le parece que debe estar en el interior de los propios animales y debe obe- decer a un principio intrínseco. Este principio, por lo demás, no puede ser el calor innato, ya que en su opinión éste no es causa del movimiento del corazón, sino sólo efecto suyo. La función per se del calor innato es alterar, de modo que sólo mueve per accidens , ya que, como dice Aristóteles, el movimiento no es efecto de la altera- ción, sino causa suya (cf. De motu animalium c. 10: 703a 24-5). Una vez discutidas todas estas opiniones, Tomás de Aquino expone, en el cuerpo del artículo ( corpus ), la suya propia. El prin- cipio de que parte es el establecido por Aristóteles, que dice así: «Cuando el principio del movimiento está en las propias cosas, deci- mos que éstas se mueven por naturaleza; y así, el animal se mueve LAS RAZONES DEL CORAZÓN 47
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