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sofos árabes, Averroes. Decidido partidario de las doctrinas de Aristóteles cuando éstas entran en contradicción con las de Galeno, Averroes no dudó en defender un cardiocentrismo radical. Las fun- ciones animales tienen su raíz en el corazón, aunque asienten en el cerebro (Cf. Colliget L.II, c. 20). Por otra parte, niega que los espíri- tus sean tres, conforme a la tradición de los médicos. A su entender los espíritus son sólo dos, el vital y el animal. «Los espíritus son dos, a saber el espíritu que se manifiesta en el corazón y el espíritu que se manifiesta en el cerebro, pero en el hígado no se manifiesta un espíritu por vía del sentido» ( Colliget L.I, c. 14). Ello se debe a que considera que el espíritu natural y el vital son uno solo (Cf. Colliget L.II , c. 7), y piensa que «el corazón es el príncipe de la facultad nutri- tiva» ( Colliget L. II, c. 9). Esos dos espíritus, por lo demás, son dife- rentes en cuanto a la operación, pero no en cuanto a la esencia. La función básica del cerebro, según Aristóteles, es la de refrigerar el calor excesivo del corazón, dando lugar, así, a las funciones propia- mente mentales; pero del mismo modo que el frío del cerebro está subordinado al calor vital del corazón, así también el espíritu animal tiene un carácter subsidiario del espíritu natural o vital del corazón. De ahí que Averroes termine diciendo: «Creemos haber dejado bien claro que el cerebro es un mero colaborador del corazón» ( Colliget L. II, c. 11). De este modo, junto a la tesis del cardiocentrismo se va imponiendo otra, la de que los espíritus son dos y no tres. Todo esto empieza a pasar, a partir del siglo XI, al mundo lati- no. Entre las obras del gran médico de Salerno, Constantino el Africano, se encuentra un opúsculo titulado De animae et spiritus discrimine , que sin duda es la traducción del opúsculo escrito en el siglo IX por el médico sirio cristiano Costa ben Luca. El espíritu lo define como «un cuerpo sutil que en el cuerpo humano se origina en el corazón, y a través de las venas pulsátiles se esparce por todo el cuerpo, produciendo la vida, el aliento y el pulso, e igualmente hay otro que parte del cerebro por los nervios y produce la sensa- ción y el movimiento» ( De animae et spiritus discrimine liber ). Como se ve, aquí los espíritus son dos, no tres como en la tradición médi- ca. Con un nuevo título, De differentia animae et spiritus , ese mismo tratado fue de nuevo traducido al latín en Toledo en el siglo XII. Al acabar la exposición de los espíritus, el autor resume así su pensa- miento: «En el cuerpo humano hay dos espíritus: uno que se llama LAS RAZONES DEL CORAZÓN 45

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