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des proporcionales de los humores y el modo de sus mezclas son peculiares de cada miembro. Del mismo modo, aunque deriven de las mismas porciones finas de los humores, cada uno de los tres espíritus tiene su complexión particular, debida a la cantidad pro- porcional de las partes más finas de los humores y al modo de su mezcla, que son peculiares de cada espíritu» ( De viribus cordis Tr. I, c. 1). Los espíritus, pues, se diversifican en tres ramas fundamenta- les, conforme a la opinión de los médicos. Pero, dice Avicena siguiendo a los filósofos, se trata sólo de ramas que poseen un tron- co común. «A pesar de que el cuerpo tenga múltiples miembros, existe uno del que surgen todos los demás. Sobre cuál sea realmen- te ese miembro, existen opiniones diversas. El hecho es que un miembro surge necesariamente antes de que los demás puedan ori- ginarse. Exactamente lo mismo sucede en el caso de los espíritus. Hay un espíritu que se considera origen de los otros; y este espíri- tu, según los más importantes filósofos, surge en el corazón, pasa desde él a los centros principales del cuerpo, permaneciendo en ellos lo necesario para dotarles de sus respectivas características complexionales. Permaneciendo en el cerebro recibe una comple- xión que le capacita para recibir las facultades de sensación y de movimiento; en el hígado recibe las de nutrición y crecimiento; en los órganos de la generación adquiere una complexión que le pre- para para recibir la facultad de la generación» ( De viribus cordis Tr. I, c. 1). Si, en fin, el espíritu permanece en el corazón, se mezcla con la complexión propia de ese miembro originándose el espíritu vital, que puede considerarse desde dos categorías distintas, la de actio y la de passio . Como actio , el espíritu vital es el agente productor de la contracción y expansión propias del pulso y de la respiración. En tanto que passio , es la sede de las emociones: gozo y tristeza, ira, temor, cobardía, etc. Para Avicena todas estas emociones tienen su causa en los estados de la sangre, que generan espíritus vitales de características muy particulares y que son los responsables de los estados emocionales. Tal es la razón de que, en la segunda parte del tratado, Avicena analice las medicinas que, actuando sobre los humores, cambian las características del espíritu vital y, en conse- cuencia, modifican los estados emocionales. La culminación de este proceso de reforma de la doctrina galé- nica sobre el corazón se encuentra en el último de los grandes filó- 44 DIEGO GRACIA

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