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zón tiene la virtus primigenia de la que dependen todas las demás virtutes , que asientan en los otros dos órganos que se diferencian rápidamente en el embrión: el hígado y el cerebro. Tras el cardio- centrismo, pues, la aceptación galénica de la doctrina de los tres órganos principales y de sus tres virtudes específicas, dinamizadas por la doctrina tripartita de los espíritus: «Así pues en primer lugar diremos que el vehículo de las virtudes corporales animales es un cuerpo sutil, espiritual, que está difundido por canales, que es el espíritu» ( Liber de anima L. V, c. 8). En cada órgano específico «llega a su perfección la complexión de un espíritu» ( De anima V, 8). Así, en el cerebro llega a su perfección el espíritu que es apto para pro- ducir las virtudes de la sensación y el movimiento de los cuerpos, de modo que éstos puedan llevar a cabo sus peculiares actiones ( De anima V, 8); y del mismo modo, en el hígado llega a su perfección la virtud nutritiva, «aunque el corazón sea el primer principio, del que de forma principal depende y desde el que se difunde hacia los otros miembros» ( De anima V, 8). En consecuencia, tanto de las vir- tudes vegetativas o hepáticas como de las cerebrales o animales puede decirse, en un cierto sentido, que tienen su origen en el cora- zón: «El corazón puede ser el principio de las virtudes nutritivas, cuyas acciones están en el hígado y de las virtudes de la imagina- ción, de la memoria y de la formal, cuyas acciones están en el cere- bro» ( De anima V, 8). Y de forma más amplia: «Así pues el corazón es el primer principio y de él concretamente emanan hacia el cere- bro las virtudes, de las cuales, unas llevan a la perfección sus pro- pias acciones en el cerebro y en sus partes, como la imaginación, la virtud formal y las demás, otras, en cambio, emanan desde el cere- bro hacia otros miembros que están fuera de aquél, como a la pupi- la y a los músculos motores. Y desde el corazón emana hacia el hígado la virtud de nutrir, que luego emana desde el hígado hacia todo el cuerpo por medio de las venas y nutre también el corazón: el principio, pues, de la virtud toma origen en el corazón pero el principio de la materia toma origen en el hígado» ( De anima V, 8). Esta doctrina del tratado filosófico de Avicena sobre el alma, adquiere nuevas precisiones en su gran obra médica, el Canon medicinae . Comienza exponiendo la postura de los médicos y de los filósofos platónicos: «Muchos filósofos, y todos los médicos que siguen a Galeno, consideran que cada facultad tiene su propio LAS RAZONES DEL CORAZÓN 41

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