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miento a los demás miembros. Por el contrario, los médicos (y algu- nos de los antiguos) consideran que las facultades se hallan distri- buidas en varios miembros: la facultad nutritiva en el hígado, la vital en el corazón, la mental en el cerebro, y que por tanto no puede haber miembros que den y no reciban. A pesar de lo plausible de la opinión de los médicos, la consideración detenida muestra que la argumentación del Filósofo está mucho más cerca de la verdad» ( Canon medicinae L. I, fen 1, doc. 5, cap. 1). Adviértase que en caso de conflicto insalvable, Avicena opta decididamente por Aristóteles. Esta es una característica que se repetirá en la práctica totalidad de los pensadores posteriores, y que explica el progresivo auge del car- diocentrismo en los siglos finales de la Edad Media. De todos modos, antes de rechazar de plano las opiniones de los médicos, Avicena va a buscar algún tipo de solución intermedia. En el tema que aquí nos ocupa esa solución intermedia va a consistir, como veremos inmediatamente, en la conjunción del cardiocentrismo de los filósofos con la doctrina tripartita de las facultades y de los espí- ritus, propia de los médicos. Veamos cómo. En tanto que filósofo, Avicena acepta sin reservas las tesis del cardiocentrismo radical. Para comprobarlo, nada mejor que acudir a la gran enciclopedia filosófica que escribió, la Shifa , y, dentro de ella, a la segunda suma, la dedicada a la Física, que Avicena des- arrolla en los ocho Libri naturales . El último de estos libros, titula- do De animalibus , trata de modo explícito esta cuestión (cf. De animalibus L. XII, c. 2, «De complexione cordis et spiritus»). El cora- zón, dice Avicena, es la sede del alma: «Si el alma es única, convie- ne que haya un único miembro por medio del cual de manera principal aquélla dependa del cuerpo: eso precisamente es el cora- zón» (Avicena, Liber de Anima, seu Sextus de Naturalibus , L. V, c. 8, «De ostensione instrumentorum animae»). Junto al argumento de autoridad, consistente en que Aristóteles haya defendido esta opinión, está otro de carácter embriológico. Avicena piensa, contra Galeno, que en el huevo fecundado lo pri- mero que se diferencia es una ampolla que dará luego origen al corazón, seguida inmediatamente de otra que formará el hígado (cf. Canon medicinae L III, fen 21, tr. 1, c. 2; De animal . L. IX, c. 5 y L. XVI, c. 1). El corazón es el primum vivens , sede del alma, del calor natural, del espíritu principal y de su correspondiente virtud. El cora- 40 DIEGO GRACIA
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