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dición médica se va a establecer como canónico un sistema de tres espíritus, uno natural con sede en el hígado, responsable de las lla- madas operaciones naturales (nutrición, crecimiento y reproduc- ción), otro vital con sede en el corazón, origen de las operaciones de que depende la vida (latido cardiaco y respiración), y finalmen- te otro animal con sede en el cerebro, motor de las operaciones ani- males (sensación, imaginación, deliberación, memoria, movimiento espontáneo). La diferencia entre este esquema y los dos anteriores es que aquí no se habla del alma espiritual, precisamente porque ésta, por definición, no puede enfermar ni es objeto propio de la actividad médica. Los espíritus a que se refieren siempre los médi- cos antiguos son materiales, y por tanto se corresponden con lo que los filósofos denominaron almas irracionales (concupiscible e irasci- ble o vegetativa y sensitiva). Ahora bien, establecida esta diferencia respecto a ambas teorías filosóficas, hay que añadir que el esquema médico se halla mucho más cerca de las tesis platónicas que de las aristotélicas. De hecho, sitúa las virtudes animales en el cerebro, y considera el corazón sólo como el origen de la vida. Cabe decir, por ello, que la tradición médica optó decididamente por el cerebro- centrismo, siguiendo el ejemplo de la escuela hipocrática de Cos. Así pensó, concretamente, Galeno, el máximo médico de la antigüedad. Para él el corazón es «el principio de toda la vida» ( De usu partium L. XIII, c.10), «la causa y fuente del calor innato que sos- tiene el animal» ( De usu particum L. VI, c.7). Los hipocráticos fueron de la misma opinión, como afirma Galeno en De placitis Hippocratis et Platonis , pero no todos los médicos de la antigüedad pensaron así. De hecho, el propio Galeno refiere que «Erasístrato, Praxágoras, Filótimo, Asclepiades y una miríada de otros creyó que el calor no era innato, sino adquirido» ( De tremore, palpitatione, convulsione et rigore , c. 6). La doctrina del calor innato sí fue aceptada por los hipocráticos y, a su modo, también por Aristóteles. El ventrículo izquierdo del corazón es la sede del calor innato. En él habita tam- bién el pneûma zotikón o espíritu vital, de tal modo que la sangre venosa, cuando llega al corazón, se purifica por medio de ese espí- ritu y se convierte en arterial. A través del sistema arterial se dirige a todo el organismo, también al cerebro. Allí la sangre neumatizada del corazón necesita, para servir de alimento al espíritu animal del cerebro ( pneûma psychikón ), una nueva purificación en las arterias 36 DIEGO GRACIA

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