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Platón, en concupiscible, irascible y racional, Aristóteles la parcela en tres estratos, el vegetativo (propio de las funciones vegetales), el sensitivo (propio de las funciones animales) y el racional (propio de las funciones específicamente humanas). La potencia vegetativa del alma tiene su sede en el abdomen, en tanto que las potencias sen- sitiva e intelectiva dependen del corazón como de su raíz y origen, si bien sus facultades asientan en el cerebro. Conviene precisar las relaciones que la teoría aristotélica esta- blece entre corazón y cerebro. Las tres partes de este último, la ante- rior, la media y posterior, son la sede de las tres funciones psíquicas que consideramos superiores en toda vida animal, la imaginativa, la estimativa y la rememorativa. La imaginativa es aquella que le per- mite al animal retener la figura de las cosas percibidas, una vez ela- borada por el sentido común. La estimativa es una facultad que también tiene el animal, y que juega en él una función parecida a la que posee la facultad cogitativa en el hombre. Por eso ocupa la parte central del cerebro. La peculiaridad del ser humano consiste en que en él la facultad estimativa se convierte en facultad cogitati- va o intelectiva, que le permite pensar y elegir. Finalmente, la facul- tad rememorativa, cuya función es recordar, asienta en la parte posterior de la cavidad craneana. Adviértase que estas tres faculta- des las tiene el animal, y por tanto forman parte de lo que Aristóteles ha denominado el «alma sensitiva», cuya sede está en el corazón. Esto quiere decir que si bien asientan, en tanto que funciones, en las diferentes partes del cerebro, su raíz y origen está en el corazón. Para Aristóteles, en efecto, el corazón es la sede de la sensación y el movimiento, y no el cerebro, como afirmaban los pensadores cere- brocéntricos de estricta observancia. Cabría interpretar a Aristóteles diciendo que si bien las opera- ciones sensitivas tienen su origen en el corazón y su asiento en el cerebro, las virtudes propias del alma racional, el pensamiento y la decisión, asientan exclusivamente en el cerebro. Pero esto tampoco es del todo cierto. Y no lo es, porque en su concepción el cerebro tiene siempre una función vicaria respecto del corazón. Todas esas virtudes y operaciones no funcionan más que a partir del calor intrínseco o innato, que tiene su sede en el corazón. Por consi- guiente, tanto las virtudes animales como las propiamente espiritua- les han de originarse en el corazón. Lo que sucede es que el corazón 34 DIEGO GRACIA
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