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El corazón es el centro de la vida religiosa y moral, y por tanto de lo más preciado del hombre. En uno de los salmos se llama necio al que «dice en su corazón: No hay Dios» (Sal 14, 1). El hombre de corazón limpio, por el contrario, proclama las grandezas de su cre- ador. De ahí el sentido de las palabras de Jesús: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5, 8). A Dios hay que amarle «con todo el corazón» (Dt 4, 29; 10, 12; 11, 18, etc.). Por eso al buen israelita se le pide que «su corazón esté enteramen- te con Yahvéh» (1Re 8, 61; 11, 4; 15, 3, 14; 2Re 20, 3). La función de los profetas va a ser ésta, exhortar a los israelitas a «la conversión de todo su corazón» (Joel 2, 12; cf. Jer 29, 13). Probablemente nadie ha expresado esto mejor que el profeta Ezequiel, cuando hace decir a Yahvéh: «Os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espí- ritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas» (Ez 36, 26s). En el fondo de todo esto late siempre la misma idea: que Dios es primariamente corazón, y que la religiosidad con- siste en vivir conforme al «corazón de Yahvéh» (1Sam 2, 35; 2Re 10, 30; 1Sam 13, 14; etc.). Esta es la matriz que le permitirá después decir al evangelista Juan que «Dios es amor» (1Jn 4, 8). Si Aristóteles definió a Dios como «pensamiento puro» ( nóesis noéseos ), y con ello dio figura arquetípica a lo que Pascal llamó «el Dios de los filósofos» (que ha sido siempre cerebrocéntrico), el evangelista Juan vio a Dios como amor puro o puro corazón. Frente al Dios de los filósofos, el de las religiones es preponderantemente cardiocéntrico. EL CEREBROCENTRISMO GRIEGO Cuando los judíos alejandrinos tradujeron los libros del antiguo testamento del hebreo al griego, en el siglo II a.C., utilizaron dos palabras griegas para verter el término hebreo leb . Una fue kardía , corazón, y otra noûs , inteligencia o entendimiento. Lo mismo hizo siglos después Pablo en sus cartas, éstas directamente escritas en griego, al utilizar indistintamente kardía y noûs para referirse el cen- tro más profundo de la persona como fuente de reflexión y de deci- sión. A pesar de lo cual, no deja de establecer, como hombre LAS RAZONES DEL CORAZÓN 25
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