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LAS RAZONES DEL CORAZÓN El corazón tiene razones que la razón no conoce. (Blais Pascal, Pensées, nº 277, ed. Brunschwick) Los dos órganos del cuerpo que desde la más remota antigüe- dad se han disputado la sede de la vida y del psiquismo han sido el corazón y el cerebro. Hay culturas cardiocéntricas y culturas cere- brocéntricas. Las semíticas son un ejemplo de las primeras y las indoeuropeas de las segundas. El hecho de que la cultura occiden- tal haya surgido de la fusión de ambas tradiciones, permite entender por qué en ella corazón y cerebro coexisten más o menos pacífica- mente. De todos modos, en nuestro acervo cultural ambos legados no están al mismo nivel ni tienen idéntico peso. El cerebrocentris- mo, heredado de Grecia, tiene entre nosotros una clara supremacía sobre el cardiocentrismo, que nos legó el pueblo de Israel. Veamos brevemente el contenido de cada una de esas tradiciones, para des- pués analizar cómo se articularon en el seno de la cultura occiden- tal. EL CARDIOCENTRISMO SEMITA La historiografía nos ha acostumbrado a contraponer el modo griego de ver la vida y la realidad con el propio del pueblo israeli- ta. La cultura griega fue preponderantemente «visual», y esto explica que todos los términos importantes de su filosofía tengan ese origen; así, el término idea, eîdos , significó originariamente aspecto visual, figura. Lo mismo cabe decir del concepto de noûs , que designa la inteligencia, pero en cuanto capacidad de ver lo que las cosas son en profundidad, como lo demuestra el hecho de que el verbo de que procede, noéo , signifique en griego tanto pensar como ver. De ahí que verdad se diga en griego alétheia , palabra compuesta de un prefijo negativo y un sustantivo derivado del verbo lantháno , que significa estar velado, oculto u olvidado. Tal es la razón de que a- létheia suela traducirse por «des-velación». La verdad a la que la alé-

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