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86 hacer distinción, mirando hacia el bien común y el destino universal de los bienes, el bien de sus hermanos, en razón de los carismas recibidos por cada uno 3 . Gregorio de Nisa, en esta línea, confirma que la sensibili- dad e información del pueblo, en cuestiones religiosas, era rica y amplia 4 . Un detalle que no se puede dejar pasar por alto. Podríamos decir que la igualdad de todos los creyentes frente a Dios, es uno de los principios basilares de la sociedad cristiana. La diferencia- ción que, de manera progresiva se irá elaborando, responde fundamen- talmente a la praxis que mostraba la necesidad de proponer un interme- diario visible entre Dios y los hombres, que derivará en la configuración de una clase particular y elegida –el clero–, en contraposición al laicado 5 . Es cierto que, con vistas a resaltar la configuración de una espiritualidad, hay que reconocer que esta diferenciación formal y práctica no quitaba nada a la comprensión y conciencia de que Dios estaba presente en todos los cristianos y era el artífice de su dignidad. Será a partir del siglo IV cuando se establezca el uso de la asigna- ción de lugares diferenciados en la celebración litúrgica para el clero y el pueblo. El detalle viene corroborado por el Codex Theodosianus un siglo más tarde, cuando asigna a los clérigos el puesto en el ábside y a los fieles en la nave de la iglesia, denominada por ello como “el lugar de la oración del pueblo” (9,45). Precisamente ese lugar de oración tiene su importancia porque es una muestra de esa convocación y unidad, dentro de la diferencia que responde también a una armonía, que no es impe- dimento para que se viva una verdadera fraternidad cargada de signos exteriores e, incluso, con manifestaciones jurídicas. 3 En esta línea y sólo a modo de ejemplo, cf. S. JUAN CRISÓSTOMO. De S. Babyla contra Julianum et gentiles , 8 (PG 50,545); S. AGUSTÍN. Enarrationes in Ps. 96,10 (CCSL 39,1361). 4 S. GREGORIO DE NISA. De Oratio deitate Filii et Spiritus Sancti (PG 46,557). 5 No nos detenemos en los conceptos pero, como fundamento, tenemos presente los siguientes trabajos clásicos: CONGAR, Yves M. “Laïc et Laïcat”. En Dictionnaire de Spiritua- lité , t. IX. Paris: 1976, cols. 79-108; BARRUFFO, Antonio. “Laico”. En Nuevo Diccionario de Espiritualidad . Madrid: 1991, pp. 1078-1098; ERBA, Achille. “Storia del laico”. En ANCILLI, Ermanno (dir.). Dizionario dì spiritualità dei laici , Milano: 1981, pp. 369-393; SELLNER, E. “Lay Spirituality”. En DOWNEY, Michael (ed.). The New Dictionary of Catholic Spirituality , Collegeville: 1993, p. 589.

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