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85 real (1 P 2,9), donde toda la comunidad, sin distinción, participaba del Cuerpo de Cristo. Como consecuencia inmediata de esa espiritualidad, también era la comunidad al completo la que participaba en la vida de la Iglesia, contri- buía a crear una teología y juntos ejercitaban su propio carisma personal. Las personas eran el sujeto de la liturgia. Y, después del año 313, se dis- tinguieron como aquellos que introdujeron el cristianismo en los diversos ámbitos y estratos del Imperio. Pero si algo caracteriza al cristianismo de la Iglesia primitiva es la escasa diferenciación existente entre laicos y clérigos, lo que queda todavía más patente cuando constatamos que la presencia de los laicos en la organización institucional ocupa un papel relevante y activo en la vida de las comunidades eclesiales. Incluso habría que considerar que grandes figuras de la espiritualidad fueron laicos, pasando al estado clerical –por diversos motivos– en etapas posteriores de sus vidas, pero poniéndose de relieve que el punto de partida es el bautismo o el inicio mismo del ser cristiano, por lo que el laico es lo común, el fiel, la nueva creatura en Cristo (Jn 3,3). Lo que san Jerónimo expresará de manera breve, pero elocuente: “ El bautismo es el sacer- docio del laico ” 2 . El culmen de esa vida cristiana, se encuentra en la santidad y vida interior, entendiendo que santos pueden y deben serlo todos, llegándose a dar casos como el de la Didaskalia (2,26) que atribuye la santidad a la colectividad de los laicos. Partiendo de esa vocación común, no se puede olvidar que la espi- ritualidad se manifiesta, de manera peculiar, en el contexto propio de la vida familiar convirtiendo el hogar en un espacio privilegiado. Por otra parte, desde el hogar se configuran también toda una serie de entornos fundamentales, que tendrán claras consecuencias en la vida y expresión de toda la comunidad. Los ámbitos fundamentales de proyección es- piritual serán: educación y formación, matrimonio, catequesis, acción caritativa, la piedad en el entorno del sufrimiento y la muerte. Los Padres dedican un número considerable de cartas y tratados a los laicos. La insistencia la suelen poner en el deber de todo cristiano, sin 2 S. JERÓNIMO. Dialogus contra Luciferianos , 4 (PL 23,166).

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