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110 mente en un imperio oficialmente perseguidor del cristianismo. Pero, al mismo tiempo, la adhesión de los ambientes cortesanos y de las familias senatoriales al cristianismo, prefigura el definitivo acto de conquista del imperio por parte de la Iglesia. Al mismo tiempo, los múltiples contactos entre las dos instituciones se reflejarán incluso en la consonancia entre la ideología religiosa de la corte imperial y la hegemonía monárquica de la Iglesia de Roma. Las contradicciones hablan también de un cambio significativo. Así se pone de manifiesto en el contexto de la sociedad severiana, donde los cristianos eran perseguidos y, al mismo tiempo, eran admitidos en la vida cotidiana de la familia imperial. La difusión del cristianismo com- portó un paralelo incremento cualitativo y cuantitativo de los laicos en la Iglesia. Un ejemplo claro es el que tiene lugar en relación a la aristocracia femenina. Lo pone de relieve el Pseudo Hipólito, en las Confutaciones de todas las herejías 49 . El autor echa en cara al papa Calixto (217-222) un escandaloso laxismo en materia matrimonial, confirmando que había concedido a las mujeres nobles cristianas casarse en la Iglesia fuera del propio nivel social, al tiempo que se les permitía esconder dicha realidad ante las instituciones civiles. De esta manera, las mujeres nobles cristia- nas no perdían los privilegios y la dignidad de su condición, contraria- mente a lo dispuesto por el Derecho romano. Al mismo tiempo, los intercambios más ricos entre cultura pagana y cultura cristiana exponían las instituciones eclesiales a una serie de influ- jos heterogéneos, provenientes de la sociedad romana y de su estructura piramidal y, al mismo tiempo, de la tradición platónica y sus modelos de polis. Al mismo tiempo se unían también las representaciones veterotes- tamentarias, que determinaban una perfecta separación entre la casta sacerdotal y el pueblo. 49 Cf. PSEUDO HIPÓLITO. Refutatio omnium haeresium , 9,12,14-18 (GCS 26,248- 249).

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