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109 Esta manera de pensar de los apologistas acerca de la responsabili- dad de los cristianos en lo social y político, tendrá también su efecto, en el año 177, en el Discurso Verdadero de Celso, que presenta una au- torizada respuesta a las protestas cristianas de lealtad y del empeño con que actuaban los cristianos. Al tiempo que presentan recriminaciones polémicas, también proponen algunos aspectos de colaboración. Invita a los cristianos a socorrer al emperador con toda su fuerza, y colaborar con él en todo aquello que sea justo. Incluso a combatir por él, a servirlo, si él lo manda, con sus soldados y generales 48 . Las condiciones propuestas por Celso son discutidas por Oríge- nes algunos años después que con el emperador Cómodo. Para este momento los cristianos habían ya podido experimentar un cambio de actitud, que ponía de relieve la tolerancia existente. Incluso algunos laicos habían colaborado con el emperador, en puestos de relevancia. Ejemplo de ello es el polígrafo Julio Africano a quien Alejandro Severo le enco- mienda organizar la Biblioteca Imperial del Panteón. Pero, a mediados del siglo III, las violentas persecuciones de Decio, Valeriano, Diocleciano y Galerio frustraron, de manera dramática, uno de los intentos más serios de diálogo entre la Iglesia y el Imperio, con anterioridad a la paz de Constantino. La situación que tiene lugar a lo largo del siglo III, durante los empe- radores severos, es un amplio periodo de paz, que la Iglesia aprovecha para organizarse de manera más consistente. Como consecuencia de la institucionalización, la cuestión de los laicos se planteará de una manera nueva, comenzando a hablarse de los mismos como una categoría dis- tinta, respecto a los clérigos. Valorando globalmente las relaciones Iglesia-Imperio se ve que am- plios espacios temporales de tolerancia se alternan con episodios, más o menos graves de persecución. Quitando las persecuciones más llama- tivas, la política imperial parece orientarse a la aceptación pacífica del cristianismo. Entre las últimas décadas del siglo II y los primeros decenios del siglo III, la organización de la respublica denuncia las grietas de la fu- tura crisis, mientras que las instituciones eclesiales se afirman progresiva- 48 Cf. ORÍGENES. Contra Celso , 8,7 (SC 150,344-348).

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