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104 Su apostolado episcopal, aceptado por obediencia, no lo aleja del deseo profundo de la contemplación de los tesoros divinos. De esta sensibilidad y modo peculiar de mirar, nace en san Agustín el ideal monástico del cual fue propagador y defensor, especialmente en África. Este ideal encontraba su fundamento en el recurso a la primera comunidad cristiana y en la espera de la vida de los santos en el cielo. La vida del monasterio viene regulada por el gran precepto de la caridad, virtud que se explica bajo el perfil de la mansedumbre y de la fortaleza. El ascetismo exterior debe ser moderado, el interior ha de ser riguroso. En el monasterio dos son las ocupaciones principales de los monjes: el trabajo manual y la contemplación. La espiritualidad de san Agustín está sustentada, fundamentalmente, en el deseo de Dios que llevó su humanidad a la sabiduría cristiana. Esa sabiduría es Dios y, por lo mismo, la filosofía en sus demandas fun- damentales, no es sólo investigación teórica, sino adhesión práctica y consagración a la sabiduría, porque el auténtico filósofo es amante de Dios 40 . Conecta la sabiduría con la piedad, entendiendo que el verda- dero culto del verdadero Dios , que se expresa en la caridad. En su tratado De Trinitate , que fue escrito para explicar el principal misterio de la fe, pero también para delinear al alma una vía de acceso a Dios, el Hiponense presenta la piedad desde una clave eclesiológica, ya que no separa la Iglesia de Jesucristo, a Cristo de Dios y a Dios de la sabiduría. La interioridad concentra toda el ansia agustiniana en torno a Dios y alma, pero sin agotar su interés por el saber. Su pensamiento filosófico, teológico y espiritual se centra esencialmente en esos dos prin- cipios inspiradores. Dios y el alma, el creador y la criatura, se encuentran en Cristo y en su continuación, la Iglesia. Cristo se convierte en el punto focal al cual san Agustín reconduce la filosofía, la teología y la historia trazando así su itinerario interior hacia Dios. Esta relación personal entre alma y Dios es la apasionada búsqueda que se convierte en profunda sabiduría y explica el tono inflamado de la experiencia agustiniana. 40 Cf. S. AGUSTÍN. De civitate Dei , 8,1 (CCSL 47,216).

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