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289 res muy diversos, y no sólo en los marcos de la catolicidad, sin minusvalorar el valor difusor de los apuntes. 19 Por lo mismo, ya no era lo más importante la atracción y seducción de los propios maestros en sus aulas, ni siquiera el lugar físico desde el que enseñaran, sino que todo esto perdía importancia frente a la edición de las obras que multiplicaba velozmente su número de discípulos, sin necesidad de ceñirlos a un lugar determinado. Era una nueva medida, des- conocida hasta aquel momento pero que tendría unas consecuencias cruciales para el futuro. 20 El cambio respecto a la etapa anterior es ya manifiesta. Medina es cons- ciente incluso de que su latín es más bárbaro que humanista. 21 Se produce, por tanto, un abandono de la creatividad individual y de las formas particu- larmente propias, dejando al margen todo lo que pudiera ser visto como inne- cesario, no sólo respecto a la ascética y mística, sino en confrontación a las formas comunitarias. Por su estilo más rígido, en el que se ponía en eviden- cia una ausencia de elementos humanísticos, la obra será muy pronto atacada desde otros grupos de presión. Con todo, el trabajo emprendido por Medina no hubiera supuesto el lugar de relevancia que ha tenido, sin lo peculiar que le aportará Domingo Báñez, quien le da la impronta de un tomismo que todavía tiene como fundamental referente a Cayetano y en el que ya se configura el predominio de la especu- lación racionalista. Báñez era un hombre de una sólida formación teológica, pero que no la utiliza como herramienta de trabajo, sino entendiéndola como instrumento de confrontación. Un medio adecuado y oportuno para respon- der a las formulaciones teológicas y exegéticas propuestas desde la Reforma. Una nueva realidad y preocupación al servicio de la cual se ponían también las obras impresas. Si de lo que se trataba era de contar con un vehículo de comunicación y pen- samiento dinámico, donde la labor difusora y multiplicadora de la imprenta, primero en el entorno castellano y de sus instituciones vinculadas, después mirando a la catolicidad, fuera el medio difusor, no cabía duda que el recurso a la imprenta era urgente, necesario y el medio más oportuno. Un segundo lugar pasarán a ocupar los traslados y apuntes que se llevan y traen por todo el Orbe católico, y que tienen su origen, fundamentalmente, en las Universida- 19 Cfr. M.A. Pena González, La Escuela de Salamanca , pp. 122 - 130 . 20 Es el caso de los Tractatus de iustitia et iure de Domingo de Soto y Luis de Molina; aunque el primero fue el del dominico, la máquina de la Compañía será sumamente eficaz en la impresión de la obra de Molina, en los lugares estratégicos y académicamente apropiados, haciendo que sea ésta la que sirva de modelo para las generaciones futuras. 21 Cfr. Bartolomé de Medina, Expositio in Primam Secundae , prol. la «escuela de salamanca» y el pensamiento independentista

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