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288 sivamente una lectura oficial que se convertiría en la doctrina a defender frente a sus posibles adversarios. En este sentido, Bartolomé de Medina y Domingo Báñez suponen el final de lo que podríamos denominar como el espacio crea- dor y sintetizador del método teológico comenzado con Francisco de Vitoria, dando paso a una lectura más fiel y cercana al tomismo clásico y, por lo mismo, de orden sistemático, donde comienza a desaparecer la sensibilidad ético-práctica, volviendo a la especulación sistemática. Son precisamente los superiores de la Orden de Predicadores, los que encomiendan a Bartolomé de Medina la tarea de elaborar un Comentario a la Suma , en el que se recogieran las aportaciones que los maestros dominicos habían hecho desde las distintas cátedras y, especialmente, desde la de Prima, en la explicación del Aquinate 16 y, por lo mismo, con un marcado interés por defender los propios intereses institucionales. 17 Como abanderado de ese pen- samiento se situaba a Francisco de Vitoria, interpretado como «vir praeclarus ingenio, eruditione, eloquentia, interpres D. Thomae in Salmanticensi Uni- versitate, sic floruit, ut inter primos merito sit numerandus». 18 El material con el que ha de emprender este empeño el maestro Medina son los apuntes, carta- pacios, traslados y manuscritos que, tanto en la Universidad como en el Estu- dio General de San Esteban, estaban recogidos, perteneciendo directamente a la elaboración que habían llevado a cabo los maestros o como fruto de la labor de sus discípulos, atentos a copiarlo todo con la mayor fidelidad posible. Al mismo tiempo, a la intención institucional por configurar un pensa- miento, se une la preocupación por defender los propios intereses institucio- nales, algo que en aquel momento cobraba una importancia capital, puesto que los dominicos consideraban las aportaciones recogidas en dichos manus- critos, cartapacios y traslados como propias de su Orden, mientras que otros –es el caso de los ermitaños de San Agustín–, también habían tenido maestros en las cátedras teológicas, por lo que llegaban a la misma conclusión. Lo interesante es que la Teología ya no se encontraba exclusivamente en la cátedra, sino que habían de ser tenidos en cuenta otros contextos y aspectos hacia los cuales, hasta el presente, no se les había otorgado demasiada impor- tancia. Así, en un corto espacio de tiempo, las obras más significativas empeza- rán a contar con un número nada desdeñable de ediciones y, además, en luga- 16 Sólo en la cátedra de santo Tomás habían de ser tenidos en cuenta hasta aquel momento, los siguientes dominicos: Francisco de Vitoria, Melchor Cano, Domingo de Soto, Pedro de Soto- mayor y Mancio de Corpus Christi. 17 Así lo pone de manifiesto este autor, cfr. Bartolomé de Medina, Expositio in Primam secun- dae , Haeredeum Mathiae Gastii, Salmanticae, 1578 , prol. 18 Ibídem. miguel anxo pena gonzález

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