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320 Como ha puesto de manifiesto F.-X. Guerra «ningún proceso revolucio- nario de gran amplitud –como las revoluciones hispánicas– puede reducirse a una explicación simple en términos de causas y efectos». 107 En este sentido, llegando al alzamiento del 16 de julio, asumiendo que éste tiene relación con el precedente del 25 de mayo e incluso con el intento de insurrección que había tenido lugar en Cuzco en 1805 . El recurso a los temas religiosos y contrarre- volucionarios fue de primer orden a la hora de movilizar a la población, tanto por parte de los insurgentes como de los realistas. Los revolucionarios encabezados por Pedro Domingo Murillo y apoya- dos por el batallón de milicias al mando de Juan Pedro de Indaburu, se hacen con el cuartel de Veteranos, arrestando a los oficiales y convocando al pueblo a la plaza por medio de campanas. Las consignas que se escuchan correspon- dían, una vez más, con el motivo teórico del alzamiento: ¡Viva D. Fernando VII! 108 Tras la renuncia del gobernador y del obispo, la deposición de los alcal- des ordinarios y de los subdelegados partidarios, el cabildo secular de la ciudad dispuso que Murillo asumiera como comandante militar de la provincia con el grado de coronel, mientras que Juan Pedro de Indaburu quedó como su segundo, otorgándosele el grado de teniente coronel. Todas las deudas en favor del fisco fueron abolidas y los documentos que las avalaban fueron que- mados. El cabildo, por su parte, se conforma en una junta de gobierno consul- tiva de doce miembros, denominada Junta Tuitiva de los derechos del Rey y del Pueblo, instituida en el art. 5 del Estado Constitucional. Este órgano deli- berativo era el encargado de transmitir al Cabildo las directrices y propues- tas que se producían con gran celeridad. Murillo será designado su presidente, acompañado por doce vocales y por tres representantes indígenas. Días más tarde, el 21 de julio se presentó al Cabildo gobernador un plan que contenía, en palabras de Patiño, «artículos relativos a un sistema de gobierno formando el pueblo en masa se arrojó sobre el quartel; sorprendió al centinela y demás soldados de la prevención, ganó todas las armas y cañones, y con esta posesión tocaron entredicho con la cam- pana grande de la catedral: todo el mundo se reunió en la plaza, los del pueblo tomaron la precau- ción de poner artillería y centinelas en las esquinas, de modo que todos entraban y ninguno salía». «Diario del Presbítero Patiño», en Documentos para la Historia de la Revolución en 1809 , comps. Carlos Ponce Sanginés, Raúl Alfonso García, Alcaldía Municipal, La Paz, 1954 , III, p. 372 . 107 F.-X. Guerra, «El ocaso de la Monarquía hispánica: revolución y desintegración», en Inventando la nación. Iberoamérica. Siglo xix , coords. A. Annino, F.-X. Guerra, Fondo de Cultura Económica, México, 2003 , p. 118 . 108 Así lo relata el mismo obispo en varios testimonios. Cfr. «Carta del Obispo de La Paz al Virrey de Buenos Aires. Cochabamba, 2 de diciembre de 1809 », en Documentos para la Historia de la Revolución en 1809 , III, p. 573 . Tomada del expediente inédito que posee D. Bautista Saavedra, acerca de la traslación de la silla episcopal de esta diócesis a Puno. miguel anxo pena gonzález
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