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319 El 25 de mayo, el abogado Zudáñez fue arrestado y conducido a la cárcel de la Audiencia, lo que provocó el levantamiento popular, que respondía al grito popular «¡Viva el Rey, que prenden a los señores oidores!». El abogado, des- pués de algunas negociaciones, será puesto en libertad y levantado en hombros como un héroe. El momento es aprovechado por un grupo de exaltados para apoderarse de la artillería y de la sala de armas, liberando también a los presos. Se vive una gran tensión y algunos peninsulares ven incluso peligrar su vida. Ante estos hechos, la Audiencia se mantendrá en los límites de una política moderada, sin decantarse en exceso en actos que pudieran significar una acti- tud revolucionaria o de independencia frente a España, al tiempo que buscaba el apoyo de las ciudades y villas más importantes de Charcas. Prueba de ello es el hecho de que es la misma Audiencia la que solicita a Álvarez de Arenales que vaya en búsqueda del Arzobispo y lo traiga a la ciudad, asegurándole el ejerci- cio pacífico de su ministerio. El detalle es significativo, ya que después de las fuertes tensiones, Moxó y Francolí entra en la ciudad acogido entre vítores y aclamaciones populares. Es curioso constatar que, en el intento de justificar el alzamiento y buscar el apoyo de otras ciudades, aquellos que son enviados son fundamentalmente criollos y, al mismo tiempo, hombres vinculados con el mundo intelectual del entorno que, lógicamente, con mayor facilidad tendrían entrada en las distin- tas ciudades y entre sus mismas fuerzas vivas. Así nos encontramos a Bernabé Monteagudo que es enviado a diversas poblaciones de Potosí; Mariano Michel a La Paz, donde entrará en contacto con el cura José Antonio Medina, párroco de Sicasica, y a Cochabamba, a donde se desplazará Manuel Zudáñez. Por su parte, a Joaquín Lemoine se le encomienda visitar Santa Cruz. No sorprende constatar que estos personajes ocuparán muy pronto un papel público desta- cado a partir del alzamiento del 16 de julio en La Paz. De las consecuencias, tanto en su expresión teórica como práctica, sólo se tendrá plena conciencia después del levantamiento. Las causas aducidas para la insurrección del 16 de julio fueron sustancial- mente las mismas. Se volvía a insistir en la conspiración para entregar el trono a la princesa Carlota y, al mismo tiempo, la defensa de los derechos del legí- timo soberano. 106 la «escuela de salamanca» y el pensamiento independentista 106 «Este pueblo fiel y generoso, conservador de su Religión sagrada, amante de su Rey cató- lico, y de su dulce Patria, mucho tiempo ha que sufría el yugo pesado de la injusticia y el despo- tismo, pero no intentó sacudir por esto su maltratada cerviz hasta que palpó con sus propias manos que se quería usurpar los legítimos derechos de soberanía a su amado monarca D. Fernando Sép- timo. No pudo tolerar, ni un momento más, este trastorno ilegal. Tiró el velo humilde que cubrían su heroicidad y valor, y a las siete y quarto de la noche del 16 de julio de 1809 (época memorable),

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