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312 En este sentido, el imaginario común en los entornos americanos era el mismo que había estado presente en la Península, donde se planteaba la defensa del Rey, de la religión, de las leyes fundamentales del reino, así como la afirma- ción de la indisolubilidad de la nación y la igualdad política entre los dos conti- nentes. 88 Los hechos obligan a reinterpretar las ideas, en razón de los aconteci- mientos concretos ante los que se tienen que enfrentar y, al mismo tiempo no podemos minusvalorar el lugar que ocupa en este contexto la entrada en escena de los impresos, fundamentalmente de las gacetas, que en la mayoría de los casos provienen de la Península, aunque son reimpresas en América. Por otra parte, no se puede olvidar que la promulgación de las constituciones de las repúblicas americanas es incluso anterior a las propias declaraciones de independencia. 89 Con todo, es necesario seguir insistiendo en que los cambios y las mutacio- nes no resultan del todo lineales, sino que en multitud de ocasiones notaremos cómo se vuelve a argumentos que, teóricamente, pudiéramos considerar que estaban ya superados. Así se explican, por ejemplo estas palabras de Teresa de Mier, en 1813 , que si no son interpretadas precisamente desde esa clave nos resultarían totalmente anacrónicas e, incluso, erráticas: Así los Reyes, llamando siempre a las Indias estos nuestros reinos, de que toman título como de las demás, no establecieron allí un gobierno de Consulados o Factorías, sino de Virreyes, Chacellerías, Audiencias y un Supremo Consejo de Indias, con los mismos honores y distinciones que el de Castilla; iguales establecimientos de Cabildos, Tribu- nales, Universidades, Mitras; un Código de leyes particulares, que se substituyan poco a poco con las de Castilla en lo que se diferencian... 90 88 Lo que hasta aquel momento eran problemas diversos y particulares, son vistos ahora desde una clave social común americana, la confluencia en una preocupación común y casi única; enten- diendo que se trata de la opresión de los derechos de la América hispana y, por lo mismo, de los americanos, que tenderá a la desintegración de las visiones clásicas. Así se explican posturas como las de Gregorio Lanza, que había participado activamente en el levantamiento de La Paz, el 16 de julio de 1809 . Cuando haga su valoración, con posterioridad a la intervención militar del virrey del Perú, afirmará que lo que se había pretendido era defender los derechos de los americanos, conoci- dos por todos y, algo que los monarcas españoles habían olvidado desde hacía más de treinta años. 89 Es quizás éste uno de los detalles que podemos considerar también como contradictorio, pues mientras que la independencia era una posibilidad connatural de la posibilidad política del impe- rio español, el que se lleve a término con posterioridad a la promulgación de las constituciones, nos habla de un liberalismo que se manifiesta a gran velocidad y que se identifica con unos ilustrados que habían permanecido ocultos o que habían pasado bastante desapercibidos hasta aquel momento. 90 Servando Teresa de Mier Noriega, Historia de la revolución de Nueva España, antiguamente Anáhuac, o verdadero origen y causas de ella con la relación de sus progresos hasta el presente año de 1813 , Publ. de la Sorbonne, París, 1990 , [lib. V], p. 138 . miguel anxo pena gonzález
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